Señor Director:
Desde hace un tiempo, hemos presenciado un aumento considerable de los llamados linchamientos por redes sociales, en la calles, las universidades, etc., como manera de hacer justicia a sectores donde la ley no se ha modernizado con los requerimientos de una sociedad globalizada e hiperconectada.
Hoy en día, las redes como medio de difusión, ejercen un gran poder de persuasión en la población, por lo que cada vez se están usando con mayor frecuencia estos medios como una manera de denunciar y atacar socialmente a personas en casos de todo tipo, desde engaños amorosos, hasta escenarios de extrema violencia, acoso y violación.
Generalmente, estamos acostumbrados a creer ciegamente en estos textos, compartimos sin pensarlo, ayudando rápidamente en la viralización de estos. En su mayoría, nos fiamos completamente sin cuestionamiento estas denuncias. Aquí es cuando me planteo estas preguntas: ¿Nos olvidamos de que estas acusaciones pueden literalmente, en caso de ser erróneas, arruinar la vida de una persona? ¿Por qué nos fiamos sin examinar al menos alguna prueba que fundamente tal hecho? Nos hemos convertidos en jueces, en jueces que sentencian bajo el alero del grito del pueblo, o dependiendo de cuántos likes y veces compartido esté la denuncia.
Definitivamente, al ser humano lo mueve la masa, la que se predispone según la popularidad del momento, si es que un hecho fue verídico o falso, sin haber sido ninguno de nosotros testigos, solo basta una buena historia, una aceptable caligrafía y darle al clavo con la herida abierta del momento, es decir, el tema fuerte de contingencia. Es cierto que se ha sentenciado a personas que lo merecen con este método, pero estos linchamientos son un arma de doble filo, debemos tener cuidado, replantearlo antes de ejecutar click, al igual que en tiempos de la hoguera, somos campesinos con horquillas y palas de Facebook.
Gustavo Venegas Soto
Estudiante de Periodismo