Carta al director

Eleuterio Ramírez Molina

Por: Diario Concepción 22 de Abril 2018
Fotografía: Diario Concepción

Luego de la toma de Pisagua del 2 de noviembre de 1879, y la Batalla de Dolores, el 14 de noviembre de 1879, el problema era saber dónde y a cuánto ascendía la fuerza peruana, mandada por el general don Juan Buendía, que luego de Dolores se parapetaban en la quebrada de Tarapacá.

Discrepancias entre Rafael Sotomayor y Francisco Vergara, segundo al mando de las fuerzas chilenas, permitieron que mientras Sotomayor apaciguaba la población de Iquique, abandonada por los peruanos y recién ocupada por los chilenos, Francisco Vergara, sin experiencia en guerras del desierto, saliera a enfrentar al coronel Abelino Cáceres con apenas 2.500 hombres mal apertrechados de municiones, víveres, y agua, arriesgando todo lo logrado en Pisagua y Dolores.

El combate de Tarapacá fue un verdadero desastre para las fuerzas chilenas, el héroe máximo de dicho enfrentamiento fue el osornino Eleuterio Ramírez Molina, nacido en Osorno el 18 de abril de 1837._Su padre fue el sargento mayor José Ramírez, capitán de la Independencia, y su madre Marcelina Molina. Eleuterio siguió la línea militar de la familia, incorporándose al Ejército a los 18 años en los Gendarmes de Línea, batallón que luego sería conocido como Regular de Infantería Nº 5.

Eleuterio Ramírez participó en varias campañas y revoluciones chilenas, como la revolución de 1859 y acompañó a Vidaurre El Leal en la Batalla de Cerro Grande, que derrotó a las fuerzas del radical Pedro León Gallo. También integró la fuerza de la pacificación de la Araucanía, entre 1860 y 1868, época en que se formó su temple militar.

Le cupo una gran participación en el desembarco de Antofagasta y en la Batalla del Topater o de Calama, el 23 de marzo de 1879, contra el héroe boliviano Abaroa, que fue la primera batalla entre chilenos y bolivianos, y permitió la incorporación a Antofagasta a nuestro territorio.

Por su destacada acción en este hecho, fue designado gobernador de Calama. Su última y heroica acción la tuvo en la Quebrada de Tarapacá, el 27 de noviembre de 1879, donde en compañía de 25 soldados ordenó su última carga a la bayoneta, y fue herido por 2 balas que le dieron en el pecho y otra en el muslo, y que finalmente le ocasionaron la muerte a él y a sus 25 acompañantes.

Osorno, en homenaje a su hijo y héroe ilustre, dio el nombre Ramírez a su principal calle de la ciudad natal del prócer. En Iquique, en la avenida que enfrenta la calle que da al balneario de Cavancha, se levanta su estatua, sable y bandera en mano se ve salir a enfrentar al enemigo.

Se cuenta que sus últimos 14 tiros, dieron 12 en el blanco y el último iba dirigido a un teniente peruano, quien corrió hacia él, le quitó el revólver y le disparó a quema ropa, quitándole la vida. Por su valentía, coraje y sangre fría, ganó el apodo de “león de Tarapacá”.  Su cuerpo fue encontrado y traído a la capital, y estaba cubierto de heridas, les faltaban sus piernas y un brazo, y se encontraba enterrado, cerca de la puerta principal del Cementerio General de Santiago. De allí fue sacado y trasladado, en 1937, a una cripta – museo del regimiento de infantería Nº 2, Maipo de Valparaíso, ex segundo de línea en la Guerra del Pacífico.

La ciudad de Concepción hace un homenaje a su figura con el nombre de una calle, que se prolonga de Cochrane entre la Avenida Prat y la Avenida Padre Hurtado. Corta calle, pero muy importante dentro del sector urbano de Concepción.

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador del Archivo Histórico de Concepción

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