Señor Director:
El final de una carrera supone, independiente de si su resultado está más o menos claro, una etapa en que la emocionalidad y la ansiedad se hacen parte de quienes han seguido de cerca la competencia. Algunos confirmarán sus apuestas, otros las perderán y más de alguno puede presentarse como sorprendido y hasta alegre de un resultado a todas vistas mediocre. Pero, lo relevante es preguntarse ¿qué pasa luego? Estarán, claro, las celebraciones por un lado y el optimismo voluntarista por el otro. Por cierto, no faltará la cabeza que rodará. Sin embargo, al otro día toca levantarse y así por el resto de los días y no quedará sino la extraña sensación de haber ganado sin triunfar si no se es capaz de eliminar la indecisión y la tibieza radical del pragmatismo. Para combatir ese sentimiento, nada más efectivo que salir a debatir con nuevas visiones, los principios en lo que se cree. La clave está en hacerlo con la claridad y honestidad. La unidad como relato no basta, y si Sebastián Piñera vuelve a La Moneda, quienes en mayor o menor medida nos sentimos cercanos a dicho sector tendremos que plantear una misión, más allá de gobernar. Con la elección encima, termina la carrera presidencial, pero continúa la batalla por las ideas. Sirva esto de recordatorio.
Matías Jara Varas