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Carta al director

Alianzas; a la fuerza no es cariño

Por: Diario Concepción 12 de Noviembre 2017

En algunas épocas particularmente, pero sobre todo en la Edad Media, los casamientos de los príncipes y princesas eran unos de los más utilizados recursos para resolver problemas de Estado, conquistar a gente ambiciosa a punto de convertirse en adversarios, o para pagar deudas actuales o futuras. Los príncipes y princesas tenía claridad que en determinadas circunstancias pasaba a ser mercadería de intercambio.

Para la mentalidad contemporánea, cada vez más cierta de los derechos de las personas, estos procedimientos podrían parecer intolerablemente abusivos y arbitrarios, pero bien puede ser que para los niños y niñas nobles de esos tiempos hayan sido aceptables,  al saber desde la cuna que tendrían que sacrificarse por el bien de la Corona.

Los resultados de esas uniones, después de cuidadosos estudios del mercado de sangre real y de la sabia y sesuda opinión de de políticos y juristas no siempre fueron felices, con matrimonios regios muy mal avenidos y sabrosos episodios de infidelidades, escándalos e hijos de dudosa procedencia por ambas partes, para regocijo de los cronistas de la farándula medieval.

La tendencia continúa, de ahí que se asegure que la política resulta a veces en extraños compañeros de cama, juntos quienes a primera vista no podrían estar ni revueltos. Harina de otro costal es la duración de tales pactos, convenios y alianzas, arduamente trabajados por expertos manipuladores de la letra chica.

Se firman con emocionantes abrazos y manos en alto con gestos triunfales. Asi se sobrevive entre hoy día un juramento, mañana una traición, el arte de lo posible posibilita estos juegos de artificio y otros que hagan falta, para sorpresa de los no iniciados, o sea el resto del mundo.

 

             PROCOPIO

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