Señor Director:
Sorpresivamente se ha ido uno de los últimos eslabones de la nueva canción latinoamericana, uno de aquellos que desde los sesenta supieron cantarle a los tiempos que estaban cambiando y que con su voz ayudaron a construir esperanza y utopías.
Guitarra en mano compusieron un canto a la Revolución, un canto al pueblo y al futuro. Hablaron por los desvalidos e imaginaron un mundo más justo. Si bien muchos de esos sueños se desmoronaron, nunca cejaron en su lucha por conseguir mayores estadios de igualdad social. Viglietti fue la voz profunda de su propia interpretación de la Historia mestiza, la voz de la poesía de César Vallejo o Rafael Alberti; de Nicolás Guillén y García Lorca. Su forma de tocar la guitarra, la de un eximio concertista; su humanidad la de un hombre convencido de su rol como artista.
Aunque recorrimos sus calles del viejo Montevideo, lo encontramos humilde detrás de su guitarra en Chile musitándole a la Negrita Martina el sueño de que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, es de Pedro, María, de Juan y José.
Rodrigo Reyes Sangermani