¡Buenos días Querido Lector! Esta semana sí que ha estado cargada de emociones para Aurora. Yo le avisé hace rato, se acerca el fin de año, las elecciones y todo se va a poner más intenso.
Es de público conocimiento que el jueves que pasó estuvo por Concepción la Señora Presidenta, y como decían en la radio: “donde esté presente la Presidenta es un acto político”. Y su paso por Concepción a días de una nueva elección no fue menos.
Se paseó por la costanera contemplando los avances del nuevo teatro, creo hasta con ganas de inaugurarlo así como estaba, con maestros todavía colgados de los andamios. Pero lo más notorio de su visita fue el paseo por la Pobla. Llegó a ver cómo iban los avances de las nuevas casitas de cartón, esas que muy estéticamente y simétricamente están poniendo al costado de la población, pensando que es lo mismo. Dicen, yo no estuve presente y Aurora tampoco quiso ir, que le entregaron los certificados de un sueño, no los certificados de sus casas, sino los de las inmobiliarias que sueñan con quedarse con todo el territorio en poco tiempo más. Y hubo algunos que lo tomaron. Se entiende, no muchos tienen la suerte y el segundo de gloria de sacarse una foto con la Presidenta, y el precio de eso puede ser hasta la venta de la propia dignidad. Pero bueno, somos grandes, responsables de nuestros actos y la historia se encargará de develar a los traidores cuando lo crea conveniente.
Pero lo realmente interesante fue lo que paso en la tarde, Aurora recibió en su casa a muchos jóvenes con muchos más sueños. De esos sueños lindos, revolucionarios, prometedores, que a los que ya pintamos algunas canas nos llenan de energía. Y Aurora los estaba esperando. Con unos juguitos y unas galletas conversaron un rato, y como buenas visitas le trajeron un regalo que quisiera compartir con ustedes.
“ERA UNA DEPRIMENTE NOCHE invernal y llovía con incesante furia. Sumergida en oleajes de nubes grises, de viento y agua inagotables, la extensa población apegada a una costilla de la ciudad sureña parecía haberse aletargado; dormía en espesa oscuridad. Más el impenetrable temporal no constituía impedimento alguno para andar del casi infante José Paredes: en plena intemperie su rostro recogía las gruesas y tupidas gotas que, titilando, se enredaban y descargaban del borde de sus párpados. …En desalmados intentos de arrancarlo todo de cuajo el sostenido viento aullaba y animaba el baile de débiles hilachas y rayas de luz en una hilera de focos extendidos a lo largo del puente que cruza el Bío Bío. Fuera de esas luces ni otra mínima y mucho menos mediana claridad avivaba parte, y mucho menos, todo la lobreguez aplastante de la noche… El río, el omnipotente Bío Bío, en su oscura presencia, susurraba aunque muy levemente como poderosa y amenazante letanía por entre el laterío y los entablados de la miserable población ribereña. Su grande y misteriosa masa amortiguaba un tanto los ruidos del ventarrón, arrinconándolos, volteándolos, ahogándolos. (Si Dios no ha pasado por esas tierras el barrio existirá con su misma piel y huesos de bestia lacrosa y abatida). Dicha población, compuesta de chozas y arterias, llagadas en la costra del bajío sur de la ciudad, había sido erigida.”
Este fragmento de El Perrero de Manuel Guerrero, en un ejemplar amarronado, de edición económica en papel roneo, de Letras Chilenas de 1965, guardaba éste tesoro, que, voz serena, la Aurora les leyó a los concurrentes. Una y otra vez lo releía, lo tomaba entre sus manos, lo pasó a otros, lo volvió a tomar, como queriendo hacer que este ritual de recuerdos borrara lo otro. La miseria que se levanta a pocos metros, esa miseria de cemento y lata que quiere ocultar la historia, la memoria y el espíritu del Patrimonio de la población.
Se hizo un poco tarde y las visitas se tuvieron que ir, pero Aurora no se quedó sola, la casa se lleno de nuevo con nuevas visitas que iban a conversar de su futuro, de sus proyectos, de esos que sostienen y crean la Nueva Aurora, la del legado, la del discurso combativo sostenido en las ideas y en la memoria.
Día de muchas emociones, de emociones fuertes, de emociones encontradas. Y usted Querido Lector verá con cual se queda, con las de cartón y sueños de la mañana, o con las vivencias sinceras de la tarde.
¡Hasta el próximo click!
Walter Blas
Foto: Manuel Jorquera con el ejemplar de “Lastenia y las palomas” de Manuel Guerrero
donado por Cecilia Arévalo a la Biblioteca del Archivo “Aurora de Chile”.