El revuelo, expectativa y esperanza que ha causado la visita del Papa Francisco se han instalado en la agenda pública. Su visita impactará en diversos ámbitos del quehacer nacional, sin embargo, es importante reflexionar sobre algunos elementos que infundadamente han pretendido cuestionar los alcances que tiene este hito en la historia reciente de Chile.
La desconfianza en las instituciones y en las personas va escalando cada día sin visualizar aún las consecuencias que podría generar en nuestra sociedad. Razones para fundar esta desconfianza las hay, no obstante, la primera señal esperanzadora que esta visita nos presenta es la conformación de un comité a cargo de la organización, capaz de transparentar el costo asociado, la destinación de cada recurso y el compromiso de una rendición de cuentas una vez finalizada la labor. Ni en una candidatura presidencial ni parlamentaria hemos observado ese nivel de compromiso con la transparencia, menos una promesa de posterior rendición.
Más relevante aún es el origen y uso que estos recursos tendrán. Para tranquilidad de los críticos sobre ideologizados, la gran mayoría de los requerimientos no serán provistos por el Estado, sino de forma voluntaria por los fieles que anhelamos la visita del Papa, con la clara convicción de que su despliegue en tres regiones y cada actividad a la que nos convoque merecen especial cuidado y atención. Por lo demás, lo relevante no es el costo, sino el invaluable beneficio espiritual y el recuerdo que su presencia nos entregará.
Conocemos el testimonio del Santo Padre y sabemos de su austero estilo de vida. El dinero no va destinado a lujosos hoteles, grandes cenas ni a excéntricos requerimientos; va destinado a dar cumplimiento, como humildes y buenos anfitriones, a la invitación que el Estado de Chile formuló al Vaticano.
Fallidamente han tratado de cuestionar esta visita y los costos asociados a ella y, sincerando la discusión, la verdadera incomodidad de esos críticos es que miles de chilenos estemos dispuestos a colaborar con recursos y esfuerzo para recibir con las puertas abiertas al Santo Padre.
Los motivos de escándalo para los críticos virtuales debieran ser otros como la realidad de los niños en el Sename, la atención que reciben los adultos mayores en la salud pública o la impresentable colusión de algunos empresarios, por ejemplo, y podemos seguir enumerando escándalos que no asombran con tanta energía a los críticos de 140 caracteres.
Con esperanza y mucha convicción, sabemos que la venida del Papa Francisco no sólo nos hará compartir, convivir y estar junto a nuestra comunidad, nos traerá un mensaje de esperanza, amor y verdadera fraternidad. Un mensaje sumamente necesario en nuestros tiempos.
Cristian Puentes Rivas
Director Escuela de Liderazgo
Universidad San Sebastián