Carta al director

Retratos de Aurora: “Y se vino el dieciocho”

Por: Diario Concepción 23 de Septiembre 2017

¿Cómo ha pasado el 18? A mí siempre me da la impresión que fuera como el año nuevo. Todo es, antes o después del 18, el país se paraliza o mejor dicho se concentra en una sola cosa: ¿cómo vamos a festejar el 18? La Aurora no es la excepción. El pasado sábado mientras algunos de ustedes Queridos Lectores buscaban afanosamente la historia del chancho entre estas líneas, la población se vestía de fiesta.

La cancha del Club Huracán se convertía en plaza del pueblo. Puestos con venta de sopaipas, calzones rotos, mote con huesillo, choripanes…pero lo más pintado de la fiesta eran los juegos. ¡Había palo encebado y para tumbar las latas!

Seguro que la Aurora se bailó más de un pie de cueca, de esas bien paradas, de esas galantes, de las que no se necesita estar con la mejor pinta para que lo miren.

En una de las esquinas me puse a conversar con Manuel para que me cuente alguna historia más, de esas que él sólo se sabe. Y entre el humo de los choripanes se podía ver esa otra época, la que se añora, la que se quiere.

“La Aurora estaba llena de personajes. Llegaban a las poblaciones y nuestra Aurora no los excluía. Estaba el maestro que arreglaba los paraguas, ollas rotas, bacinicas de las que se usaban antes enlozadas. No como ahora que el paraguas sirve para la lluvia del día y después hay que tirarlo, antes se arreglaban, les cambiaban la tela, las puntillas, los resortes. Otro, era la carreta llena con sacos de carbón, o con manzanas y chicha, su dueño gritaba: -¡Oooh, caseraaa, carbóoon!” Uno sabía que era el carbón,  cuando se podía comprar.

También en verano sonaba un cuerno, era el heladero vendiendo los helados de agua y otros sabores. Pero lo que más recuerdo era el caballero que andaba con una cajita y pasaba películas en diapositivas. La gracia es que él contaba la historia. Otro era el maestro que afilaba tijeras y cuchillos, hacía sonar un silbato y se paraba en la puerta de la casa, y ajustaba las tijeras y los cuchillos, aún pasa…”

Se quedó callado como mirando a la nada, se quedó con ese recuerdo, con el silbato del afilador, pero de pronto estalló en carcajadas. Pensé en alguna escena graciosa que estaba pasando en la cancha: teatreros callejeros, algunos con zancos hacían de las suyas, pero no era eso.

“Conversando con la Aurora me contó al final la historia. Me contó que cuando ella era chica con sus hermanos iban al río a jugar, entre otras cosas. Un día su papá estaba muy enojado porque un chancho entraba al sitio y le comía las verduras o le rompía el cerco. Así es que agarró un hacha y se la tiró para espantarlo, con tan buena puntería que le pego en la cabeza al chancho. Ahí quedo tirao, y había que desaparecerlo, así es que entre todos lo faenamos y lo comimos. Nadie supo nada hasta hace muy poco. Conversando en la sede con otra vecina me cuenta que su papá había perdido un chancho de los que criaba y que nunca supo qué pasó. Pensaron que se había ido al río. Pasaron 30 años para saber el destino del chancho,  qué manera de reírnos de la anécdota.”

Deuda cumplida, querido lector, la historia del chancho llegó a su fin. Igual le está pasando a la Aurora. Este 18 no es como cualquier otro, está lleno de incertidumbre. ¿Habrá otro 18 en la cancha? ¿Estaremos todos acá para festejar? Cansa pensar en lo que se viene y no saber nada. Se nos viene la Navidad, pero antes las elecciones y eso aterra. Porque las obras deben estar entregadas: las nuevas casas, el puente… y ¿la gente? Eso no importa, los electores sobran en esta historia.  ¡Hasta el próximo click!

 

Walter Blas

Relato invitado: Manuel Jorquera

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