Necesitamos una Constitución que establezca bases institucionales para desconcentrar el poder en Chile. Una forma de materialización de esto es recrear las estructuras regionales, sus organizaciones administrativas y su sostenimiento económico; es decir, atreverse a pensarnos como país organizándonos de otra manera.
Debemos requerir del constituyente abordar el debate en torno a los limites del uso de los datos e ir habilitando una legislación que permita mitigar impactos, por ejemplo, gravar el uso de tecnologías disruptivas que afecten al empleo, diseñar políticas públicas para la reconversión sin descartar sistemas de transferencia directa en el tiempo que permitan acompañar a los futuros marginados y un largo etc...
No podemos dejar de tener en mente que el 11 de abril próximo Chile se convertirá en el primer país en escribir una Constitución con paridad de género.
Una civilización E.T. que capte y envíe señales por el espacio quizás use ciencia y tecnología como la nuestra. Compartir este tipo de información técnica podría ser útil para partir reconociéndonos mutuamente como inteligentes.
Al contrario de la tendencia internacional, nuestro país mantiene altos niveles de centralismo, prueba de ello es la inédita elección de autoridades regionales, con limitado traspaso de competencias y casi nulo acceso a recursos, que siguen dependiendo de la decisión central.