Es la hora de reconocer que una sociedad que se funda única y exclusivamente en la competencia, sencillamente, fracasó.
Las sociedades excesivamente mercantilizadas dejan al sujeto entre paréntesis, lo convierten en un mero engranaje del aparato productivo de la sociedad para producir y para consumir.
Fue durante el Tedeum penquista que el prelado pidió al Ejecutivo valorar sus tradiciones y cultura. A lo anterior, se sumaron emplazamientos sobre la corrupción, las drogas y educación.