Ricardo Barra, director del Centro Eula Chile, expuso las evidencias que proveen tres décadas de trabajo en la cuenca local. Su charla se dio en el marco de un evento que reunió a actores del mundo académico y productivo para abordar experiencias en relación con la protección de riberas y adaptación agrícola a la escasez hídrica que afecta al mundo.
En Chile conocemos una amplia variedad de eventos extremos, y la meteorología concentra varios de ellos: tornados y trombas marinas de otoño-invierno, olas de calor de verano, heladas y precipitación extrema de invierno. La maravillosa y exuberante naturaleza seguirá sin dormir en Chile, pero nosotros debemos aprender a cautelar apropiadamente su vigilia.
Si tuviéramos la cuantificación de las pérdidas y daños materiales, lo lleváramos a una calculadora, más 8 a 10 presupuestos anuales de la región del Biobío, pues, cada que vez que tenemos estos eventos extremos, retrocedimos 10 años de progreso en infraestructura.
En 2006 fue el último evento de lluvias intensas e inundaciones, antes del último fin de semana. 17 años bastaron para bajar la alerta y habitar zonas que los ríos han ocupado históricamente, hace cientos y miles de años, cuando sus caudales crecen. Y sus desbordes hoy tienen graves estragos sociales.
Preocupación extrema, miedo a vivir situaciones catastróficas, crisis de angustia y de pánico son algunos de los síntomas de este trastorno que no solo experimentan las personas que están viviendo una situación específica, sino también quienes son espectadores de lo que pasa a través de los medios.