Política

Deje su currículo… Cuando el empleo no va a la par del crecimiento

Mayor capacitación no garantiza un trabajo con contrato y proyección. El Bío Bío lo comprueba cada día. Nuestro mercado laboral está bajo amenaza no solo por obviedades como la inestabilidad económica global o la demora en inversiones. Hay mucho más en el escritorio y no estamos preparados. ¿Hablemos en serio?

Por: Luz María Astorga 02 de Diciembre 2018
Fotografía: Raphael Sierra P.

Las señales se ven por todos lados. Pero todavía no cuajan. En un titular la OCDE destaca el crecimiento chileno y, a reglón seguido, alerta sobre alta tasa de desempleo y baja movilidad social. Otro, con grandes letras cita afirmación de José de Gregorio, decano de Economía de la U. de Chile: “Una economía que crece cerca del 4% con un empleo que avanza un 0.4%, no es normal. Debería ser 2%”. En un desayuno organizado por la CMPC, el ex presidente del Banco Central, Vittorio Corbo, proyectó un escenario más desacelerado para este año y el siguiente, agregando que se necesita “una mayor flexibilidad en el mercado laboral”. Esa misma idea fue título de una reciente entrevista con el ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg, adelantando el tema con que cierra esta semana: cambiar el sistema de indemnización por despido -un mes por año con tope 11 años-, para destrabar el mercado laboral (nota aparte).

En el Encuentro Nacional de la Empresa, Enade 2018, el titular de Hacienda, Felipe Larraín, dijo que si bien está creciendo el empleo privado “nos gustaría que fuera más”. Claro.

Trabajo, inversión y crecimiento caminan juntos. Y una reciente encuesta de Generación Empresarial a 102 directores y gerentes refleja el estado del ánimo: el 40% dijo que invertirá más que en 2018 y el 42% que invertirá igual porque no ve grandes cambios; 70% considera “difícil, aunque no imposible” la meta gubernamental de crear 150 mil empleos al año, y 50% sostuvo el país tiene un problema estructural de productividad que hace muy difícil crecer a más de 3.5%, si no se avanza en innovación y educación. Así están las cosas.

Al estilo Condorito, el “¡Exijo una explicación!” pinta como clamor de desempleados y cesantes que a lo largo del país lo están pasando mal, justo cuando en el mundo de la economía, celebran la reactivación. El segundo gobierno de Bachelet creció en promedio 1,9%, con un desempleo promedio nacional de 6,4%. Ahora, con el doble de expansión, el promedio nacional es de 7.3%, en cifras del INE.

Se buscan responsables. La Moneda argumentó que más personas salen a buscar trabajo, que el desempeño económico animó a gente que ya no estaba en esos afanes. Otros juntaron datos, como refleja este título que explica el problema por tres factores: “Rigidez laboral, inmigración y tecnología”. Alfonso Swett, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, CPC, retomó esa idea añadiendo: “Si el país creció 4% a septiembre, el empleo debió crecer 2.5%”. O sea, hubo unos 70 mil puestos menos de lo proyectado. Y con eso, “hemos caído a bajo las 100 mil ocupaciones en doce meses… No entendemos el mercado del trabajo para decir exactamente por qué nos sorprende”, admitió por su parte De Gregorio.

El problema es gordo. Y para la Región del Bío Bío, más. Con su promedio de 8.2% se ubica hoy como la segunda con más desempleados, después de Tarapacá (8.7%).

A nivel comunal, Concepción, Chiguayante y San Pedro de la Paz marcan 9.1%, mientras Lota y Coronel llegan a 10.6% y 9.9%, respectivamente.

Como para ponerse nervioso. Más todavía, si los expertos descartan que se trate de algo transitorio, coincidiendo en apuntar a un problema “estructural”, una “matriz productiva” obsoleta, una deficiente adaptación a las exigencias de una economía mayoritariamente de Servicios, graves falencias en obras de infraestructura y vialidad, de conectividad, retraso en la preparación para lo digital y falta de planificación a largo plazo.

Mencionan también los grandes proyectos sobre los que existiría consenso al menos en la mesa pública-privada de la fundación Corbiobío, según el economista Ariel Yévenes, que se enredan y enfrían por distintas razones, desde ambientales, de grupos de interés o de financiamiento. Yévenes agrega:

“Uno esperaría que aumentaran los recursos de inversión regional y la capacidad de decisión también, para avanzar acorde a los requerimientos locales, no a lo que piensan desde Santiago”.

Tormenta perfecta

Hay más para inquietarse. Economistas y académicos no creen que los problemas se arreglarán rápido en Bío Bío. Son asuntos de largo plazo, de diez o veinte años, dicen unos, mientras los más optimistas esperan que en cinco años la cosa estará mejor. Pero de aquí a entonces habrá que enfrentar el otro golpe, descrito hace un tiempo por la consultora Mckinsey Global Institute. Después de estudiar 54 países concluyó: en Chile, dentro de 20 a 40 años, unos 3.2 millones de trabajadores serán reemplazados por sistemas automatizados. Profundizó la consultora internacional:

* En el sector retail, el 51% del trabajo tiene potencial para ser automatizado, lo que podría producir una pérdida de unos 800 mil puestos. En manufacturas, el potencial llega a 61%, equivalentes a 600 mil trabajos. En “administración y servicio público” puede afectar al 40%.

* ¿Qué pasará con los empleados? McKinsey cree que la tecnología hará aparecer nuevos trabajos, pero especialistas discrepan y avizoran una tormenta perfecta: personas que viven más y necesitan trabajar más tiempo pues las pensiones no alcanzan, mientras las empresas producen más bienes y más riqueza con menos puestos.

En una línea parecida, pero a nivel global, habló esta semana en Enade Deborah Lovich, directora general de The Boston Consulting Group, BCG:

“Al 2050, entre el 50% y 73% de los puestos serán automatizados, dependiendo de la industria”. Preparándonos para el futuro, agregó que “en Estados Unidos y Japón predominan los hogares donde sus miembros han estudiado dos carreras. En Australia y Canadá esta doble instrucción representa al 70%”.

Estamos en un periodo de transición económica, productiva, cultural, laboral que han encarado exitosamente otras economías emergentes y que tiene en su centro la educación. Comenta Carlos Smith, economista de la Universidad del Desarrollo de Concepción:

– Existe un caso emblemático: Singapur. Era tan pobre como Bolivia y hoy su PIB per cápita supera los US$50 mil. Ellos plantearon que la clave era la educación; de hecho, su billete de dos dólares no tiene la cara de un prócer, sino la de un profesor haciendo clases a niñitos en un patio. Además, se concentraron en lo que eran más productivos y a eso se dedicaron.

Continúa Smith:

– China decidió ser el país donde más se hable inglés, consecuente con su apertura comercial. Y yo, que viajo continuamente para allá, hace cinco años tenía dificultad en Beijing para encontrar gente que hablara inglés. Ahora puedo conversar con niñitos de colegios públicos. Ese es un esfuerzo de educación, pero, también, de productividad, porque cuando ellos trabajen serán muy distintos a los empleados actuales.

En su último viaje, Smith conoció la construcción de un supermercado gigante de Ali Babá. Ahí no trabajará ningún ser humano.

¿Qué puertas golpear?

Volvamos a nuestra realidad. Acá se discute sobre la cantidad de empleos creados y, especialmente, sobre si clasifican como de “calidad”, o sea con protección social. Los sueldos, se sabe, son muy bajos (salta a la vista cuando se analiza el problema de las pensiones).

Si hablamos de puestos, el panorama es distinto al discurso: en Bío Bío, a septiembre, de los nuevos ocupados, 12.800 son por “cuenta propia” y 12.760 son “asalariados”, según el último sondeo Duoc-UC, a más de mil personas.

En total existen 82.440 desocupados, compuestos por 73.500 cesantes y 8.950 que buscan por primera vez.

Otros datos del estudio:

* La desocupación de jóvenes profesionales llega a 31.7%.

* La mirada negativa respecto de lo que el Gobierno ha hecho para reducir el desempleo pasó desde abril (fecha de anterior encuesta) de 48.6% a 61.5%.

* El 80% califica de “regular a mala” la situación laboral.

Detrás de los números, los hechos: la región históricamente se orientó a la manufactura. En las zonas interiores, a agricultura. Hoy la manufactura va de baja mientras la clara tendencia son los Servicios, que van requiriendo personal más especializado.

Empresas como CAP han tenido que reducir personal; Asmar mantiene solo sus contratados o sea no está haciendo subcontrataciones, no pudo sacar adelante el Plan Tridente ni el Plan Fragata; las industrias forestales están a la espera de lo que pase con el proyecto Mapa -modernización de la planta Arauco, que promete contratar durante su construcción a 5 mil personas, y en operaciones dentro de cinco años a mil-, y tampoco han partido grandes obras viales y de infraestructura.

 ¿Qué puertas puede golpear la gente o qué salida inventar?

Tender la mano

Claudio Sánchez, académico de Ingeniería en Administración del Duoc UC, no tiene dudas: hay que potenciar los microemprendimientos.

En 2017 se crearon 3.292.696 que, si tuvieran un solo empleado, representarían en total el 40% del número de puestos a nivel nacional, según datos del INE.

Añade:

“Por cada cinco o seis chilenos existe una Pyme; eso es muy significativo. Si dieran trabajo a dos o tres personas, sería una cifra muy importante, en una fuerza laboral que hoy bordea los 9 millones”.

Pero no es simple. Porque existen fondos de ayuda para la partida de estos negocios, pero no un seguimiento, ni un acompañamiento para entrar al mercado y muchos quedan en el camino. Smith, de la UDD, añade:

“Hay buenas ideas, pero debemos desarrollarlas bien. Poner énfasis en la innovación y también recursos para que ellos no queden en el camino por asuntos administrativos, trámites o bases de datos que no son compatibles”.

Yévenes aboga por mayor apoyo en capital de riesgo, pero no para la gestación sino para acceso a mercado, por parte del Estado. Además, ayuda del sector privado:

– Que las grandes empresas, por ejemplo, comprometan ciertos niveles de compras en servicios con los emprendedores. Partir por pequeños volúmenes, con el plan de sostener la compra por cinco o seis años, tiempo que permitiría fortalecerse. Si tenemos industrias muy grandes que compiten bien en el mercado internacional, como la forestal maderera, ¿por qué no articular redes de pequeñas empresas calificadas que les presten servicios? Así no deberían contratarlas en Santiago o afuera. Y, por otro lado, esas Pymes tendrían de esas grandes compañías un periodo de aprendizaje que, eventualmente, les permitiría luego exportar.

Que todo sume es la idea. Porque a la falta de generación de puestos de trabajo por todas las razones expuestas, cada día se agrega una doble presión que resume Sánchez: “Por un lado, ingresa al mercado laboral una cantidad de gente que egresa de las universidades e institutos profesionales que nunca vimos. Antes, por el modelo educativo, si a alguien le iba mal, le iba mal no más. Al plan común de Ingeniería entraban 400 y salían 60… Hoy la masa está egresando. Y, por otro lado, tenemos las personas de edad que, por varios motivos, especialmente económicos, no se está jubilando. La fuerza laboral crece por ambos lados”.

A eso se suma las personas que en los últimos años salió de la región, a trabajos principalmente mineros, que empezaron a decaer en 2014 por proyectos detenidos, afirma. “Mientras se ponen en marcha, esas personas vuelven. Sin planificación de largo plazo difícilmente vamos a poder reaccionar ante un mercado laboral que se comporta de una manera muy distinta a la que veníamos viendo. Hay más gente dispuesta a trabajar, mucho profesional, mucho desempleo de mano de obra calificada. El efecto de fondo va a golpear sueldos y pensiones”.

Smith, de la UDD, también llama a pensar en el futuro. No en planes de cuatro años, no en lo que rinde votos. Está convencido que se debió poner recursos en la educación básica y no tanto en la universitaria “porque eso funcionaba… pero ellos son los votan, los que salen a las calles y se toman universidades”. A su juicio, hay que pensar en lo que beneficiará a nuestros hijos, no en la próxima elección. “Y buscar grandes acuerdos sociales para encarar nuestro problema estructural”. Cree que los jóvenes de hoy, con más estudios, podrán entender la trascendencia del asunto y allanarse a los acuerdos”.

Lo demás sería música.

¿El próximo cambio?

La Central Unitaria de Trabajadores, CUT, no comulga con la idea, pero el tema ya está sobre la mesa: La Moneda busca terminar con el sistema de indemnización que rige desde 1981: un mes por año, con tope 11 años.

Concepción, afirma Sánchez, tiene muy baja rotación de empleo “porque la gente no se va de una empresa para no perder los años de servicio. Pero, si no buscamos nuevas oportunidades, no crecemos”.

Esta sería la idea: si un trabajador se va por propia voluntad, deja un cupo. Y ocupa el de otro… Así sucesivamente, con muchos, “destrabando el mercado”.

La Moneda piensa en una “indemnización a todo evento” (por despido o renuncia”), cuya fórmula de cálculo se desconoce y solo para los nuevos contratos.

Se lanzó la idea, no los contenidos.

En 2005 se intentaron cambios en las indemnizaciones, sin resultado alguno.

“Después de usted…”

Fuente principal a la hora de generar trabajo son las inversiones de privados. Amazon pudo ser… pero prefirió Colombia.

¿Qué sucedió? Sánchez, de Duoc UC, dice:

“No fuimos lo suficientemente atractivos. No pudimos ampliar nuestra matriz de servicios. Y eso porque las reglas del juego en Chile no están claras. Porque se lo prometieron, los empresarios tenían la idea de que si llegaba Piñera al gobierno bajaría la tasa de impuestos de las empresas, de 27% a 25% y que se iba a simplificar la fórmula de pago. No fue así. Lo de las expectativas ha jugado en contra. Ahora los empresarios están esperando que invierta el Estado y luego de esa señal, lo harán ellos”.

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