Opinión

18 de septiembre

Era el atardecer de las horas antes del inicio de las Fiestas Patrias.

Por: Diario Concepción 22 de Septiembre 2021
Fotografía: Cedida

Jorge Retamal Villegas
Asistente Social y escritor local.

Era el atardecer de las horas antes del inicio de las Fiestas Patrias.

Desde el “copronido” santiaguino, miríadas de langostas de ojos de luces –altas y bajas- salen de sus madrigueras corriendo -desaladas- hacia el Sur del país, dejando oír el pavoroso susurro de sus patitas de caucho, deslizándose por la carretera.

Se abren paso, hambrientas y amenazadoras, exigiendo el levantamiento de las barreras de peaje para acelerar aún más su arribo a la parcela, o casa con sitio, o lo que sea el lugar en donde vive la parentela víctima.

Arriban con los brazos cargados… pero de guaguas o cabros chicos maleducados.

¿P’a que traer nada, si acá en el Sur también hay supermercados? ¡Mejor comprar acá p’oh! Las cosas se encuentran más fresquitas… excusas todas vertidas para fundamentar su tacañería, o “falta de liquidez”.

A veces se acompañan de algún pisco o güisqui barato porque saben que, caramboleado el dueño de casa, éste se entrega, y “se raja” más fácil que un higo.

Y empieza el bolseo.

¡Es que aonde lo veo fumar es que me dan ganas! ¿Convídese uno? ¿Tiene encendedor? el que finalmente se llevan de regreso.

Los días les transcurren febriles, rápidos.

Hay que aprovechar de “golpear la pera” de la máxima cantidad de parientes o amigos.

No sea cosa que alguno se vaya a sentir menospreciado.

Adictos a la colación chatarra cotidiana del santiaguino, debaten doctamente sobre cortes de carne o formas de preparación de estas.

Una vez ahítos, empiezan las críticas.

Preguntan molestos el por qué tenemos bencinas más caras que en Santiago, no obstante que estamos más cerca del privilegio contaminante de las refinerías.

Avezados hurtadores de servilletas de papel en sus comederos para limpiar sus miserias, fruncen el ceño si no encuentran papel higiénico doble hoja.

Y estacionan con soberbia sus inútiles cuatro por cuatro al lado de la modesta camioneta con barandas de madera del dueño de casa, para exhibir el éxito obtenido a crédito, en la capital.

El refrigerador pelado y las botellas vacías anticipan la operación retorno que, normalmente comprende el embarque de bolsas de hortalizas:

¡Es que las de acá tienen otro sabor! dicen unos ¡debe ser el agua! acotan otros.

Y los crónicos quejosos del mes de marzo capitalino, parten.

Detrás dejan el suspiro resignado de sureños que deberán soportar la abrupta alza del gasto hogareño de septiembre.

Abandonan en el Sur, miles de metros cúbicos de fecas y orines, y otro tanto de botellas plásticas que, otrora, contenían ordinarias bebidas de fantasía.

La basura se eleva en miles de toneladas que, otros, deberán retirar sin obtener un peso extra por tan brusco aumento del trabajo.

También dejan detrás de esa visita a miles de corderitos huérfanos… y pollitos que se apretujan entre ellos para paliar la ausencia de gallos y gallinas… y otros miles de cerditos lechones que han observado estupefactos como sus progenitores fueron transformados en longanizas, e incinerados en los altares humeantes de la glotonería abusiva.

Por fin se van. No sin antes prometer enviar -desde Santiasco- unos cuantos políticos para ayudar a los sureños a mitigar esta indolente “coprodependencia” que tienen de la metrópoli.

Etiquetas