En estos tiempos de pandemia, hemos sido testigos de como muchas familias se han visto afectadas por las dramáticas consecuencias que la pandemia ha dejado y sigue dejando en nuestro país. Con preocupación, todos evidenciamos, cual más cual menos, estos efectos en nuestro día a día. Ejemplo de ello fue el preocupante aumento del desempleo, con todas las agravantes que este número trae aparejado, como, menores recursos, reducción en el nivel de vida de las familias, uso de los ahorros para subsistir y hasta mayor endeudamiento familiar, en muchos de los casos.
Para ir en ayuda de los más necesitados, el gobierno, cediendo a presiones internas, ha provisto una serie de herramientas de auxilio dirigidas a los más afectados por la pandemia, instrumentos que fueron diseñados y puestos en marcha rápidamente. El más conocido de ellos, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Adicionalmente, a la fecha, se han impulsado tres retiros desde las cuentas individuales de los fondos de pensiones, los famosos 10%.
Todo esto ha traído un aumento más que considerable del dinero circulante, aumentando la liquidez. Ahora bien, una de las primeras cosas que se nos enseña en economía, es que, ante un aumento de la demanda y con una oferta constante (o incluso reducida), son los precios los que se ven afectados y al alza. Basta con salir a comprar cualquier producto como, combustibles o materiales de construcción, para darnos cuenta que esto es una realidad palpable que afecta directamente el bolsillo.
Ante esto, el martes 31 de agosto, el Banco Central reaccionó y anunció un aumento de las tasas de interés, el más alto en los últimos 20 años, en un intento por frenar la escalada inflacionaria. Entre los argumentos esgrimidos por la autoridad se encuentra el hecho de la fuerte expansión del consumo y la posibilidad de nuevos retiros masivos de fondo.
Este anuncio tendrá repercusiones inmediatas sobre la economía. Las tasas de interés de los créditos hipotecarios seguirán aumentando y, por ejemplo, el sueño de la casa propia tendrá que seguir postergándose para miles de familias que creían que esta era su oportunidad. Por otra parte, en esta época del año vivíamos (y esperábamos) las liquidaciones de las empresas del retail. Este año eso no ha llegado aún. Pero hay dinero y los precios no importan. Hay plata, hay liquidez.
Creo que es tiempo de ordenar la casa. Poner las cosas en norma. Esta abundancia de billetes circulando es irreal. Y podría afectar hoy de manera importante nuestra economía y tardar mucho tiempo en recomponerse.
Sr. Pablo San Martín M.
Director Académico Magister en Gestión Tributaria y Financia Facea Ucsc.