Opinión

Pandemia y cambio climático

Las verdaderas respuestas al cambio climático son multi-factoriales, las proyecciones que hacemos son limitadas y de efectos en cadena impensados.

Por: Diario Concepción 15 de Abril 2021
Fotografía: Cedida

Mauricio Villagrán Valenzuela
Académico Depto. Ing. Civil UCSC.

La pandemia de la Covid-19 ha captado toda nuestra atención durante el último año, haciendo desaparecer algunos temas que nos parecían prioritarios antes de su llegada. Uno de esos temas es el cambio climático.

El cambio climático está íntimamente ligado al volumen de Dióxido de Carbono (C02) que como sociedad emitimos al ambiente como consecuencia de nuestra respiración natural, procesos de descomposición, emisiones por combustión y una larga serie de procesos naturales y no tan naturales muy asociados con nuestro estándar de vida.

Es sabido que la generación de energía es la fuente emisora más importante de gases de efecto invernadero a nivel mundial con más del 70% de ellas, lo que la convierte en un objetivo lógico a modificar para mitigar los efectos del cambio climático. En este sentido, el último informe emitido por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) del año 2014 (el siguiente será el 2022), analiza varias estrategias, siendo la más costo/efectiva una disminución de la demanda de energía (LED). La evaluación de esta estrategia obviamente consideró todos los beneficios asociados a consumir menos energía, pero no tomo en cuenta los costos eventuales asociados a esta disminución, pues se desconocían.

Es aquí donde aparece la pandemia y, de un plumazo, nos quedemos encerrados durante gran parte del 2020, simulando en escala global lo que significaría reducir de forma importante nuestro consumo de energía. El resultado es alentador, se logró una reducción de emisiones estimada en 6,4% del total, lo que es un hito sin precedentes para el registro de emisiones desde 1990. Sin embargo, necesitamos reducir mucho más para ser carbono-neutrales (emisiones=capacidad del planeta para absorber CO2) y aún más preocupante es la evidente existencia de altos costos para nuestro modo de vida. ¿Estamos dispuestos a reducir al mínimo los viajes locales e internacionales, a no salir de vacaciones, a cambiar nuestro sistema educativo, etc.?, ¿Qué tan profundos deberían ser los cambios a nuestro diario vivir si optáramos por una estrategia de reducción de emisiones centrada únicamente en restringir la demanda?

Esto nos entrega evidencia irrefutable de que las verdaderas respuestas al cambio climático son multi-factoriales, que las proyecciones que hacemos son limitadas y de efectos en cadena impensados, que el debate requiere gran responsabilidad de quienes lo subscriben y que las estrategias a seguir deben ser tan diversas como la sociedad misma

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