Opinión

Corralitos en la política: desahucio de la diferencia

En Chile se ha ido creando un clima de crispación y de descalificaciones que antaño ya nos ha traído trágicas consecuencias. Y esas posturas que anticipan el fin del diálogo cuando más se necesita, hoy están confinadas en esos corralitos impermeables.

Por: Diario Concepción 27 de Octubre 2020
Fotografía: Cedida

Jaime Tohá González
Diputado de la República

En diciembre de 2001 el presidente argentino Fernando de la Rúa decretó restricciones a la libre disposición del dinero en efectivo depositado en los bancos. Ese hecho recibió el nombre de corralito. El hito financiero que causó hace dos décadas una debacle económica y una caída en la confianza en el sistema financiero argentino, hoy nos remite, ya universalizado, a una limitación temporal para el libre uso de algo. Y diremos que a esa restricción súbita e inesperada en el uso de algo surgida de un jerarca o de un grupo, se suma cada cierto tiempo, la política. La misma que los griegos unidos en la plaza de la polis ejercían para discernir desde sus propias diferencias sobre lo público, hoy es la esencia de la democracia occidental moderna que hace posible procesarlas diferencias mediante la regla de las mayorías.

Sin embargo, la política no es sólo la deliberación de los representantes de la ciudadanía en un parlamento. Ella reclama, como actividad humana, la capacidad cotidiana de dialogar desde experiencias y concepciones diversas, y de acordar para construir un espacio de convivencia donde cada ciudadano pueda ejercer sus libertades. Eso que hemos denominado valóricamente como tolerancia,surge en la historia como un debate a propósito de la disolución de la unidad religiosa europea con la aparición del protestantismo. La disolución de esa unidad, dio paso a que entre los estados de diferentes religiones surgiera solo la guerra como respuesta. Sin embargo, una vez agotado el camino inconducente de la guerra fue,precisamente, el ensayo de los llamados coloquios, lo que abrió en la espesura del odio un camino para discutir mínimos comunes de coexistencia. La configuración de esa libertad religiosa, y luego de conciencia, hizo posible la construcción del individuo moderno. Hoy, ejercitar mediante la razón la elaboración de las opciones políticas, religiosas, morales y económicas, forma parte del acervo básico y democrático del ser humano. Sin embargo, llegar ahí no ha sido fácil.Por eso surge la necesidad imperiosa de cuidar la capacidad de disenso, y de proteger la legítima opción de actuar en base a ese desacuerdo. Luego de un siglo XX teñido de guerras, debemos recodar que los países que se sobreponen y avanzan, lo hacen solo cuando se revelan capaces de dialogar y de construir a pesar de discordar. Ni una diferencia,ni dos ni tres habilitan en caso alguno a motejar de enemigo ni de adversario peligroso a nadie. Precisamente, el respeto por las minorías es la posibilidad que nos da el Estado de Derecho para probar que la autotutela-proscrita por esencia- no será jamás legítima.

En Chile se ha ido creando un clima de crispación y de descalificaciones que antaño ya nos ha traído trágicas consecuencias. Y esas posturas que anticipan el fin del diálogo cuando más se necesita, hoy están confinadas en esos corralitos impermeables. Lo que desconocen es que ningún sector por sí solo será el redactor de una nueva Carta para Chile. Un proceso constituyente exitoso solo es posible en base a los acuerdos. Enmendar el rumbo con propuestas, convicción y coraje,es el deber del que se nutren las democracias avanzadas, y por ello necesitamos emanciparnos de esas prisiones que hacen de la diferencia y la oposición, una apostasía. No podemos ser rehenes de corralitos autoimpuestos. A desalambrarlos entonces, a desalambrar.

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