Opinión

¡Viva el fuego!

Como sostenía Hitchens, la injusticia y la irracionalidad son partes inevitables de la condición humana, pero el instinto de justicia y libertad es también innato en nosotros.

Por: Diario Concepción 08 de Julio 2020
Fotografía: Abogado

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

¡Viva el fuego! Es lo que gritan quienes quieren imponerse quemándolo todo, victimizándose (con razón o no), multiplicando el sufrimiento, oprimiendo a los que consideran sus iguales y arremetiendo por la fuerza contra todo lo que consideran diferente, alzándose contra la discriminación, pero, paradójicamente, segregando a punta de combustión y balas. ¡Viva el fuego!, gritan desaforados los que hacen de los estragos un muy buen negocio, ante la impavidez y la desidia de la autoridad, a quienes mientras el humo no les moleste, dejarán que las lágrimas y la sangre siga corriendo. Ante el silencio de quienes por confusas convicciones políticas nada dicen, actuando de manera contemplativa e intentado justificar todo atentado que pueda provenir de la que creen es su trinchera. Lo llaman lealtad o consecuencia.

Creo que es ingenuidad o un disparate que confunden con una ideología, bien hipócrita y poco transparente si legitiman con su mutismo estas acciones que le causan un daño arbitrario a otro. El fanatismo extremista, que es una forma particularmente aguda de estupidez, no se guarnece en una trinchera específica, sino que se oculta donde le den cobijo. No debemos devenir en lo que algún día combatimos, al decirnos defensores de los derechos humanos, pero tornarnos ahora verdugos de los mismos, cuando la conveniencia hace a otros cargar con el sufrimiento por su vulneración. Hay que ser inflexibles y alzar la voz fuerte y claramente cuando se le ocasiona un padecimiento a un inocente, erradicando los argumentos que pretenden verlos como los efectos colaterales de una lucha que se dice “justa”. Cuando esta intransigencia está latente y no existe una institucionalidad suficientemente empoderada para hacerle frente, cuando no existe la denuncia firme de quienes se dicen “demócratas” y respetuoso de los derechos fundamentales, los riesgos de que se sigan acometiendo las mismas atrocidades seguirán latentes.

Avalar la bestialidad de grupos radicalizados, intentando tranquilizar las consciencias invocando “montajes”, aludiendo al supuesto “activismo político” de un grupo de delincuentes, no nos hace más que engrosar la ya copiosa multitud, aunque no lo queramos y lo adornemos con varios eslóganes, de los peligrosos cándidos intolerantes, aquellos que son temerosos de ser tachados de traicioneros por defender una postura crítica disidente, contraria a los que se dicen sus correligionarios. Como sostenía Hitchens, la injusticia y la irracionalidad son partes inevitables de la condición humana, pero el instinto de justicia y libertad es también innato en nosotros.

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