Opinión

Una nave espacial llamada Tierra

Cada ser humano debería poder viajar al espacio al menos una vez en su vida para apreciar el maravilloso planeta en el que vive.

Por: Diario Concepción 19 de Marzo 2020
Fotografía: Roger Leiton

Roger Leiton
Departamento de Astronomía, U. de Concepción
Centro de Instrumentación Astronómica (CePIA)
Proyecto Anillo Agujeros Negros Supermasivos.

El motor de la nave espacial llamada Tierra es el constante tirón gravitacional del Sol. La Luna es su timón. Nuestra loca embarcación gira como una bailarina sobre sí misma y alrededor del Sol; ambos, a su vez, en torno al centro de la galaxia de la Vía Láctea. Este carrusel galáctico tiene, además, otros soles y otras naves espaciales planetarias; aún no sabemos si aquellas también cuentan con sus propios tripulantes. No todas esas otras naves tienen la misma apariencia que la Tierra. Algunas son pelotas de gas gigantes y otras duras rocas, movidas por otros motores solares, las hay muy frías y otras insoportablemente calientes. La nuestra ha sido una cómoda embarcación para la vida durante miles de millones de años.

La Tierra tiene todo lo esencial que un buen navío necesita para surcar el Universo: aire, agua, comida y protección contra el ambiente hostil del espacio. Hace su propia mantención, se limpia y se renueva, fertiliza la vida. Todo esto sin nuestra ayuda… hasta ahora.

Los humanos llevamos surcando el espacio, parados sobre la Tierra, por cientos de miles de años. Demasiado exitosos, hemos ocupado casi cada rincón de la nave, adaptándola a nuestras crecientes necesidades. Hemos sido muy descuidados. Siempre la vimos tan grande que nunca pensamos que llegaría estropearse. Y aquí estamos, flotando en el vacío del espacio, en una nave que requiere mantención con urgencia.

Caminamos por su superficie, vamos a trabajar o al supermercado, formamos familias, hacemos el amor, la guerra y toda nuestra obvia cotidianeidad, sin percibir la fragilidad de nuestra nave ni de nosotros mismos. Lo único que nos separa de la vastedad del espacio es una delgada capa de gas, la atmósfera. Como la escafandra de un astronauta flotando en el espacio, sin ella la asfixia sería obligatoria. Si la Tierra fuese del tamaño de una pelota de basket, toda la atmósfera no sería más gruesa que unos 4 milímetros.

Cada ser humano debería poder viajar al espacio al menos una vez en su vida para apreciar el maravilloso planeta en el que vive y así comprender que hay que mantener, asear, y utilizar con mesura nuestra nave. O quizás necesitamos sentir un poco de vértigo, miedo a la asfixia, de quedarnos sin una atmósfera decente que respirar. Necesitamos reaccionar ante el daño que nos causamos a nosotros mismos y a quienes nos reemplazarán. Mientras la astronomía actual se esfuerza por encontrar otro planeta similar a la Tierra, espero que no olvidemos que flotamos montados en la joya más hermosa del Universo (hasta ahora).

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