Opinión

Odio y amistad en el partido del Bayern Múnich

Inédita protesta en el centro del campo alemán llamó la atención del mundo. ¿Qué pasó realmente? Hopp es el apellido de la polémica, un tipo aborrecido y querido a la vez, partidario de quitarle el club a su gente, porque el principal objetivo es producir y ganar.

Por: Paulo Inostroza 02 de Marzo 2020
Fotografía: FC Bayern München

La escena que todos vieron y aplaudieron fue la siguiente: jugadores de ambos equipos pasándose la pelota durante 15 minutos, como si todos fueran amigos, sin rivalidad. Una forma inédita de protestar en cancha, por la violencia y agresividad en tribunas. ¿Qué pasó realmente? Los fanáticos de Bayern Munich cantaron y llevaron pancartas amenazadoras contra Dietmar Hopp, presidente del Hoffenheim. Lo mismo había hecho antes el Monchengladbach y los seguidores del Dortmund. ¿Y quién es este Hopp, que genera tanto odio?

Uno de los hombres más ricos del mundo, dueño de la tercera compañía informática más grande del planeta. El 2000 compró el Hoffenheim y ha sido muy meticuloso para cumplir todas las reglas, desde tener el estadio más “ecológico” de Europa hasta la transparencia económica. Hasta hace poco, un tipo muy querido en la ciudad, con el club participando de algunas competiciones internacionales, aunque aún sin poder pelear un título con los poderosos del país. Pero para allá va.

En Alemania, existe una curiosa regla para que el club siempre sea de los hinchas: la mitad de las acciones de un equipo deben pertenecer a su gente. Algo parecido a lo que quiere hacer Deportes Concepción en su cambio a sociedad anónima, protegerse, no entregarse a ciegas. Pero como toda regla, existe su trampa y, en Alemania, si alguien invierte 20 años en un club y cumple limpiamente las normas, puede acceder a más. Y ahí aparece Hopp, que no quiere ni siquiera el 51, quiere el 100. Ahora, los hinchas se quedarían afuera.

Con su dinero, Hoffenheim podría comprar figuras potentes, como el PSG y pelear Champions, pero el hincha de verdad no quiere que le arrebaten el club, porque el club es de la gente. No quiere que le quiten sus nombres, colores e insignias y los cambien por marcas. Y también habrá de los otros, que prefieren ganar como sea y también es válido. Por eso, todos tocaron la pelota ahí al medio, mientras Hopp miraba y quería llevársela para su casa. No pudo. Esperó en el borde y entendió por qué su cara estaba en el lienzo.

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