Opinión

De pelagatos y privilegiados

No somos un nuevo país, distinto al de antes de octubre de este año, simplemente se levantó el velo que nos habíamos puesto para ocultar lo que realmente éramos, que distaba mucho de aquel oasis que algunos privilegiados se representaban.

Por: Diario Concepción 18 de Diciembre 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Doctor en Derecho

En noviembre de 2017, se desarrolló en Chile una elección con la más baja participación ciudadana observada para un sistema presidencial reforzado, en la que el Jefe de Estado es a la vez el Jefe de Gobierno, concentrando una gran cantidad de atribuciones.

En esa oportunidad, votó un 49% del total de personas con derecho a sufragar. El sistema político ya había sido golpeado varias veces con antelación por fenómenos de corrupción en el contexto de una evidente concentración del poder por una elite. La debacle era evidente y no quisimos verla, ya sea por apatía, ya sea por indolencia, ya sea por conveniencia.

No somos un nuevo país, distinto al de antes de octubre de este año, simplemente se levantó el velo que nos habíamos puesto para ocultar lo que realmente éramos, que distaba mucho de aquel oasis que algunos privilegiados se representaban, que había sido su refugio desde la cuna y en el que se desenvolvían todos los suyos e incluso los que consideraban sus adversarios, por cuanto la segregación no sólo era territorial, económica y cultural, sino que también política.

En esta prodigiosa panacea que nos hacía sobresalir en este barrio que considerábamos de sudacas del tercer mundo, no cabían los millones de provincianos, periféricos y excluidos, que desde lo lejos simplemente se satisfacían con mirar un circo que les era ajeno. A estos ni siquiera les daba para ser considerados enemigos, por su escasa incidencia y capacidad, cualquier decisión debía ser adoptada por otros.

Aún ahora cuando ha irrumpido una protesta social multitudinaria y transversal, no faltan los que siguen ninguneando toda posible aptitud de un chileno sin influencias, de clase media o baja, o con un mínimo de conciencia social, para aglutinarse y en conjunto, aunque de manera desordenada y desarticulada, gritar ¡basta!

Aún ahora hay quienes pretenden encontrar, perplejos y renuentes a toda autocrítica, un enemigo de otra parte que ha venido a destruir su oligárquico edén, azuzando a la chusma para que lo quemara todo, negándose a reconocer la legitimidad de quienes de manera pacífica claman por otro camino que reconozca la solidaridad y la convivencia por sobre el individualismo y la competencia descontrolada.

Que no quieren borrarlo todo, sino que pretenden incluirnos en una misma comunidad de oportunidades, incluso a quienes los miran como una parva pelagatos “patipelados” con ínfulas de grandeza, que se niegan a aceptar el análisis racional tecnocrático de “sus expertos”, que creen saber lo que ellos deben querer y el modo en el que deben vivir, aunque nunca hayan accedido a algún servicio público.

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