Opinión

La frágil cristalería de la cabeza

Por: En el Tintero 17 de Diciembre 2019

Para la psiquiatría, hay un antes y un después en el episodio de Carmen Marín, la famosa y nunca bien ponderada “endemoniada de Santiago” a finales del siglo 19. Los llamados a observar sus alarmantes comportamientos fueron sacerdotes de mayor edad, con experiencia en asuntos presuntamente diabólicos, ya que al parecer se estaba en presencia de una obsesi, mujer poseída por el maligno, en la concepción más pura de teocentrismo medieval.

Carmen se convulsionaba, insultando en latín, francés y alemán, la amarran a la cama y sólo se tranquiliza cuando le leen pasajes de la biblia de San Juan. Gran polémica entre los médicos, hasta que uno logra obtener la historia entera; una niña huérfana, abandonada y recogida en un asilo, de donde sale para ejercer la profesión más antigua del mundo en Valparaíso, relacionándose con marinos franceses y alemanes. Aprende algo de latín en un convento donde es acogida al arrepentirse.

Allí aparece el Dr. Armando Roa, un psiquiatra que concluye que se trata de un trastorno mental, que no hay posesión diabólica alguna. El caso inaugura la psiquiatría en Chile, al proporcionar la primera explicación del desquiciamiento por factores psicosociales y no por asuntos demoníacos sobrenaturales.

A partir de entonces, no parece cesar el cúmulo de cuadros de parecida naturaleza, afectando a cada vez más personas, falta aún comprender que es relativamente fácil que, de pronto, nuestra vida psíquica empiece a funcionar inapropiadamente, que se rompa nuestro frágil equilibrio y nuestras vidas de pronto se transformen en ámbitos intolerables o desconocidos. No deberíamos, por soberbia, olvidar lo frágil de nuestra cristalería.

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