Opinión

De nueva Constitución y diálogo

Esta soberbia especulativa exacerba las perspectivas de los involucrados, los unos por cuanto son menospreciados y los otros que citan al culto referente por ser la voz “irrefutable” de una verdad revelada.

Por: Diario Concepción 06 de Noviembre 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, doctor en Derecho

El debate político ha devenido superficial, persiguiéndose un provecho mezquino de corto plazo y no un beneficio colectivo que se proyecte en el tiempo. La elite política y económica no está ni ha estado a la altura del desafío. Es difícil que exista un diálogo profundo y honesto cuando aquellos a quienes la institucionalidad reconoce como representantes no toman en cuenta los intereses de sus supuestos representados.

Son los mismos que han horadado la formación ciudadana excluyendo desde hace años los contenidos en filosofía, ética, literatura, historia, idiomas, educación cívica y artes, por nombrar algunas disciplinas, por no cumplir con los “objetivos curriculares” ya que no propenden a la educación de los “replicantes”, es decir, sujetos forjados para servir a las necesidades de la producción y el crecimiento económico, mantra respecto del cual todos hablan como dogma incuestionable.

No faltan los intelectuales que ningunean toda la movilización social, invocando la defraudación de expectativas de masas ignorantes o deslizando la existencia de una ingenuidad generacional, silenciando las carencias y desigualdades, de lo que se colige una lectura equívoca e incompleta de la realidad, lo que constituye un reflejo de lo piensan quienes se niegan a todo cambio que pueda afectar sus privilegios y que son los que dirigen este país.

Esta soberbia especulativa exacerba las perspectivas de todos los involucrados, los unos por cuanto son menospreciados y los otros que citan al culto referente por ser la voz “irrefutable” de una verdad revelada. No obstante, nadie tiene esta verdad.

Sólo podremos construir la misma dialogando y cooperando entre nosotros para no cederle los espacios ni a los fanáticos conservadores ni a los violentistas termocéfalos, cuya acción lo único que hace es justificar la represión y el estatus quo, reconociendo que se deben abrir espacios de participación para conferirle un nuevo marco a nuestra democracia, con el objeto que tenga un carácter más civil.

El declive de la institucionalidad se ha `producido por no contemplarse válvulas de salida frente a los conflictos, ya que nunca estuvo pensada para enfrentar esta mutación de la ciudadanía que reclama ser escuchada más allá del mero discurso, en una democracia de implicación, que según Pierre Rosanvallon engloba el conjunto de medios por los cuáles los ciudadanos se conciertan y se vinculan entre ellos para producir un mundo común, lo que pasa necesariamente por sentar los cimientos de una nueva constitución que permita la expresión de todos y no sólo de un pequeño grupo de “iluminados”.

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