Opinión

Los misterios de la piedra redonda

Por: En el Tintero 15 de Octubre 2019

Hace poco más de dos siglos que en la Plaza del Zócalo, que en el mero centro de ciudad de México, Capital Federal, encontraron la tremenda piedra, un enorme disco de basalto de 3,6 m de diámetro. Se trataba de la Piedra del Sol, construida por ahí por los años 1250-1519 d.C.

Todos se quedaron entre atónitos y perplejos, allí estaban grabadas las cuatro edades en las cuales los aztecas dividían la vida del mundo, los 360 días del año solar, los 20 días de cada uno de los 18 meses del año, las semanas, las predicciones del futuro, más otros obscuros y sugerentes arcanos por desvelar y descubrir.

Pasado el entusiasmo, la piedra quedó por allí, sin vigilancia alguna, confiados en que a nadie se le ocurriría llevársela para su casa. Todo bien, hasta que se les ocurrió ponerla en una de las paredes de la Catedral, profundo error, los indios llegaban a adorar su piedra sagrada y todos los otros a tirarle piedras y basura, al considerarla un insufrible testimonio de paganismo. No sin razón, en el centro del monolito se encuentra el rostro del dios solar Tonatiuh, con sus dos manos, cada una con un ojo, porque nada se le puede ocultar. Además, sus garras apresan un corazón humano, para indicar que se tomaba las cosas en serio.

Ahora está en el museo Nacional de Antropología, preside la sala mexicana, la principal del museo, en permanente situación de estudio por expertos de todo tipo y de todas partes y por ocultistas, hechiceros y gurús variopintos para sostener peregrinas hipótesis. En un milenio más tal vez se encuentren restos de nuestros celulares y nadie sabrá para que servían, a lo mejor intuyen que con ellos la gente se comunicaba con otros, para lo cual se descomunicaban con los que tenían al lado.

PROCOPIO

 

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