Opinión

Poner un basurero en órbita

Por: En el Tintero 10 de Septiembre 2019

No tiene nada de injusta la descripción de la presencia y actividades del hombre en el planeta Tierra como una enfermedad de parásitos en la piel. Mirado de lejos, el planeta muestra las marcas de la presencia humana, en la forma de manchas, áreas destruidas, aguas contaminadas, en resumen, zonas feas, como escaras, cicatrices y raspaduras, en contraste con lo poco que resta sin tocar, testimonio de la prístina belleza de nuestra amable nave espacial.

Insatisfecho con esa limitación superficial de daño en su entorno inmediato, el hombre se supera a sí mismo y ha empezado, con bastante éxito, a ensuciar el espacio. Las agencias espaciales, empresas de comunicación y otras del rubro, de todo el mundo, están constantemente enviando satélites al espacio para estudiar diversos aspectos de la Tierra y el Universo.

Con harto menos entusiasmo, se están haciendo cargo de esos artefactos cuando se convierten en chatarra, las partes inútiles que en su momento sirvieron para impulsarlos, los que reventaron en mil pedazos y los que desde su lanzamiento fracasado se quedaron por ahí, inútiles, pero presentes.

El problema, como ocurre con los residuos de los incontables conquistadores del Everest, es qué hacer con tanta basura. La Oficina del Programa de la Nasa de Restos Orbitales, informa que los escombros en torno a la Tierra ya suman 19.524 piezas, de las cuales los norteamericanos se atribuyen 6.581 y todo lo demás a chinos, rusos y otros emprendedores poco aseados.

Si hay vida en otras partes del universo, ya deben haber marcado a la Tierra como un sitio de escaso atractivo turístico, por mugrosa.

 

PROCOPIO

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