Opinión

De felicidad y libertad

El sufrimiento es preferible esconderlo, porque su cara real resulta incómoda. Se niega al prójimo su condición de ser humano, se le cosifica.

Por: Diario Concepción 22 de Mayo 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado y magíster en Filosofía Moral
Presidente de Corbiobio

El nihilismo contemporáneo pone en el centro la búsqueda de la felicidad y la libertad. Pero se propone una felicidad pasiva y una libertad apática. Se ha hecho de ellas productos del mercado que se traducen en puro fetichismo consumista.

El sufrimiento es preferible esconderlo, porque su cara real y tangible resulta ser incómoda. Mejor no verlo o bien, si se ve, se hace como producto de un espectáculo ajeno, que permite por unos momentos soltar un par de lágrimas, indignarse profiriendo diatribas por alguna de las muchas alternativas comunicacionales virtuales, muchas veces de manera anónima o con algún seudónimo, para después seguir la inercia de los acontecimientos cotidianos sin hacer nada por nadie.

Parece existir un consuelo en ser un espectador del sufrimiento ajeno que sirve para exorcizar el miedo de en algún momento formar parte del mismo.

La desgracia ajena sirve de alivio y motiva que se siga apelando a la construcción de murallas y a la adopción de toda medida de seguridad que impida que “los otros” arruinen la apática y burda pequeña libertad y felicidad a la que se tiene acceso y que parece traducirse sólo en cosas.

El compromiso se transforma en molestia, porque quita tiempo a esta pasiva y apática sensación de libertad y felicidad de mercado. La manera de entender estos ideales, de manera egoísta y ajena con el medio social, nos anestesia.

Se forjan nuevas supersticiones, dogmas relacionados con absolutismos sistémicos con los que se nos domestica y entrena desde la formación escolar para hacernos vivir pensando en que sólo vale la rentabilidad y el éxito rápido y fácil, despreciando lo público y alzando como referente a sujetos éticamente sospechosos o más que cuestionados.

La historia se llena de fetiches heroicos para justificar nuestro pretensioso chovinismo patriotero y clasistas. Se nos entrena para que nuestra esperanza sea que todo siga igual en lugar de enfrentar la segregación, la concentración y la exclusión. Se nos incrustó en la cabeza que las cosas sólo pueden hacerse en la medida de lo posible.

Para el profesor Raoul Veneigem: “La libertad de uno será la libertad de todos. Una comunidad que no empiece a erigirse sobre la base de las exigencias individuales y de su dialéctica, no puede hacer otra cosa que reforzar la violencia opresiva del poder”.

El Otro en el cual yo no me capto no es más que una cosa y es justamente el amor a las cosas a lo que me invita el altruismo. Al amor de mi aislamiento. Esto por cuanto se niega al prójimo su condición de ser humano, se le cosifica, es sólo parte del espectáculo que me ofrece el mercado de la banal y vacía felicidad y libertad.

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