Opinión

Adopción: que los prejuicios no le ganen a la generosidad

Por: Diario Concepción 15 de Mayo 2019
Fotografía: Agencia UNO

A propósito de la histórica votación en la Cámara del proyecto que permitirá la adopción por todo tipo de familias, quiero aplaudir y plegarme a quienes han impulsado esta iniciativa.

No sólo como ciudadana y mamá, sino como una persona que tuvo la suerte de tener unos padres con una generosidad maravillosa, que no sólo me adoptaron, me acogieron, me potenciaron y me amaron infinitamente. Sino que me enseñaron que el mayor requisito para construir una familia es el amor y la voluntad. Y que lo que para ellos pudo ser un dolor, al no tener hijos biológicos, para mí, fue la oportunidad de tener un hogar y ser inmensamente amada y feliz.

Lamentablemente, no todos ven el bien de este proyecto. Algunos se esmeran en poner reglas, en definir roles y estereotipar a las personas y a las familias. Y, con ello, cierran las puertas a miles de niños  y niñas que seguirán vegetando en las salas lúgubres del Sename.

Para algunos, la norma naturalista y la idea prefijada de lo que debe ser una familia prima sobre el hecho de que existen diversas modalidades de ser y hacer familia: papás o mamás solteros, parejas del mismo sexo, tíos o abuelos que se hacen cargo de sus nietos.

Otros sólo han puesto el acento  en la opción de que parejas del mismo sexo puedan adoptar, obviando el hecho que no existe evidencia científica que pruebe que una familia formada por una pareja homosexual sea nociva para un menor.  Y apuntan, además, a una caricatura, porque lo que se está tramitando en el Parlamento no es una ley de adopción homoparental, como han querido reducirla algunos, sino un proyecto que, ojalá, conduzca a una reforma integral y profunda al sistema  de adopciones en Chile, para agilizar los engorrosos y onerosos procedimientos que hoy existen y que conduzca, efectivamente, al bien superior de niños y niñas, sin discriminar entre potenciales familias adoptantes y sin que intervengan los prejuicios sociales, ideológicos  o religiosos en este proceso.

Espero que quienes se oponen a esta iniciativa puedan analizarla y vean que lo que se busca es permitir que todas las familias, sin distinción, puedan iniciar procedimientos de adopción para evaluar su idoneidad, idoneidad que no se mide por el nivel socioeconómico, por el credo religioso o el carácter heterosexual u homosexual de los integrantes de la pareja.

Espero que nuestros legisladores entiendan que todos somos ciudadanos y ciudadanas con los mismos derechos y que es perverso que los fanatismos nos impidan avanzar hacia un Chile que hoy se reconoce diverso y donde coexisten distintos tipos de familias. Que entiendan que nos merecemos avanzar hacia una ley de adopción moderna que ponga, verdaderamente, en el centro de la preocupación a los niños y niñas y que sea el bien superior de los menores lo que guie al legislador y que se transformen en un vehículo para mejorar la situación de miles de niños y niñas que esperan un hogar y de familias que esperan por un hijo o hija  y no devengan en catones de la moral ajena, según sus ópticas personales.

Todas las personas merecemos el mismo respeto y reconocimiento y cuando legislamos por los distintos tipos de familia que hay en nuestra sociedad es ahí cuando estamos velando, realmente, por la institución familiar, al proteger y reconocer todas las modalidades existentes.

Ahí, es cuando el Estado está cumpliendo, realmente, su deber y no al poner etiquetas, catalogar o predefinir los roles y tipos de familias que, según algunos, debiesen existir.

Se los pido humilde y sinceramente, por mi propia experiencia, porque según algunas de las trabas que algunos ponen hoy, mis padres no habrían podido adoptarme. Eran muy mayores, demasiado modestos y poco convencionales, para su época.

Pero se atrevieron y contra la opinión social y familiar, me acogieron en su hogar. Y eso es todo lo que un niño o niña en situación de vulnerabilidad necesita: Amor, acogida, respeto, libertad y reconocimiento. Eso es lo que yo tuve y agradezco infinitamente a la vida haberme puesto en el camino de Aurora y Gumaro, mis viejos queridos. Todos merecemos ser amados, acogidos, respetados y potenciados. No le neguemos esa oportunidad a miles de niños y niñas que la siguen esperando.

Francis Parra Morales

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