Opinión

El poder de las palabras

Por: Diario Concepción 11 de Mayo 2019

Hace 2.000 años, en Jerusalén, nacía un niño que cambiaría para siempre la historia de la humanidad. En un mundo azotado entonces por guerras, pestes y adoraciones paganas, con voz tenue y mensaje penetrante, fue capaz de convertir a miles, que con el paso de los años se transformaron en miles de millones, hacia una forma de vida de “hacer el bien sin mirar a quién” y “amar al prójimo como a sí mismo”, sin más recompensa que la dicha de la vida eterna. Su palabra removió tanto los cimientos de las instituciones existentes, que fue necesario darle muerte, aun sin causa justa.

La historia de la humanidad es un libro abierto, y la escribe el hombre, por cierto movido por los contextos históricos respectivos y por los individuos a quienes ha correspondido ser protagonista de cada uno de ellos.

Al momento actual no se llega por casualidad ni fruto de una revolución, sino tras la evolución de cientos de años, y con el aporte de innumerables personas, varias de ellas de una brillantez intelectual destacable.

Con todo, el mundo vive hoy una coyuntura de cambios, donde los grandes paradigmas son cuestionados, y sólo si resisten el juicio de valor de la sociedad contemporánea podrán seguir adelante, de lo contrario serán reemplazados, como cada cierto tiempo ocurre en la historia, fenómeno que es imposible evitar.

En este proceso, como en los albores de la humanidad, el poder de la palabra es enorme. Quienes propician los cambios lo saben, y acuden a esa arma con frecuencia, cambiando nombre a las cosas: al matrimonio homosexual lo llaman igualitario; al sexo lo llaman género; la familia es un constructo social; el pobre es vulnerable; la marihuana no es una droga sino una sustancia incluso medicinal; y una larga lista de etcéteras.

Así las cosas, cuando los temas se quieren discutir de verdad, con conceptos sobre la mesa, es tarde, pues las “ideas fuerza” de los reformistas han penetrado con tanta firmeza las diversas capas de la sociedad, que ya no hay discusión posible.

La centroderecha no siempre asigna espacio suficiente a la “reflexión” y al “tiempo para pensar”. Algunos destinan el 100% de su acción política al trabajo en poblaciones, mientras otros tratan de cambiar el mundo desde un salón de té; en el intertanto, el vecino nos corre el cerco de las palabras, o de la dialéctica, como le gustaba decir a Marx, y día a día seguimos perdiendo la batalla de las ideas, menospreciando… el poder de las palabras.

 

Alejandro Reyes
Presidente Regional de la UDI

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