Opinión

Mejor solo que mal acompañado

Por: Procopio 30 de Abril 2019

Publio Licinio Valeriano era emperador de Roma cuando Roma ya no era la misma, igual tenía toda la intención de hacerse famoso. Reconquistó Antioquía y se adentró en Oriente en persecución de los persas. Hasta aquí todo bien, de ahí para adelante, puros desastres, una epidemia de peste sorprendió al ejército romano, obligándolo a resguardarse en Edesa (en la actual Turquía), tras varias escaramuzas, debilitado y diezmado el ejército y sin recursos económicos para crear uno nuevo, Valeriano no tuvo más remedio que intentar negociar la paz con los persas, aún a costa de tener que hacer importantes concesiones.

El emperador decidió enviar a Macrino el Viejo, su prefecto del pretorio, para parlamentar con el todopoderoso rey persa Sapor I, pero su enviado tenía planes propios, quería ser emperador, de tal manera que negoció con Sapor para que le ayudara y él le entregaría a Valeriano en bandeja, justo el tipo de movida que encantaba a los persas.

Se negoció una reunión entre ambos monarcas, el confiado Valeriano acudió protegido por una pequeña escolta, Sapor se acercó a saludarle, al mismo tiempo que una nube de flechas exterminaba esa exigua guardia, el segundo paso fue apresar a Valeriano, quien en su cautiverio, fue usado como “taburete” para subir al caballo por el emperador persa. Al final optó por desollarlo, tiñendo su piel de púrpura y colgándola como adorno en su templo.

El hijo de Valeriano, Galieno, ocupó el trono y de inmediato cerró dicha oscura página para la historia de Roma, renunciando a liberar su padre, firme candidato al hijo del año. De Macrino nunca se supo. Sobre jugadas sucias hay mucho escrito.

 

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