Opinión

De diálogo y política

Por: Diario Concepción 17 de Abril 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster en Filosofía Moral

La democracia supone opiniones divergentes que no son verdades absolutas verificables científicamente. Es una lucha dentro de la institucionalidad que permite interpretar datos y contextos. La democracia no pretende solucionar problemas. Su objetivo es identificar estos problemas para convertirlos en un asunto que debe ser públicamente debatido.

Según Daniel Innerarity: “quien se indigna porque la política esté plagada de retórica, muy cerca de la simulación y la demagogia, puede estar olvidando en qué se distingue de la ciencia. En esta última lo que está en juego es la verdad; en la política, lo correcto (oportuno, justo, viable, económico, integrados…). La cuestión de la verdad sólo tiene lugar en la política en el seno de una pluralidad de valores en conflicto dentro del cual se decide qué es lo correcto. Un determinado impuesto no es verdadero o falso, sino justo o injusto”.

Esta determinación depende de una serie de factores que deben ser tenidos en consideración y en los que indudablemente se tienen que privilegiar los intereses de la comunidad por sobre los de uno o más sujetos privilegiados, que necesariamente tienen que desenvolverse en el seno del grupo social. Es legítimo en todo caso discernir sobre la base de apelar a las necesidades financieras del Estado, posibilidades económicas de las personas llamadas a hacerse cargo de éstos, y construir una fundamentación sobre la plataforma de criterios de justicia y redistribución, más aún en una sociedad altamente desigual y segregada.

Puede ser que haya políticos mentirosos o que no cumplen lo que prometen. Pero esto ocurre en todas partes en que existen seres humanos, tomando en especial consideración que nuestros representantes surgen de las comunidades y no son de otras constelaciones. Son un reflejo, o mejor aún, una muestra de lo que somos. La democracia no puede ser perfecta, porque el ser humano no lo es, siendo indispensable defender el oficio político. No se trata de hacer una apología de alguna persona, pero hay que desconfiar del primero que se arroga la verdad en el ejercicio de la actividad política, aduciendo que los otros son todos unos mentirosos e ineficientes. El que acusa a otros de verborrea en política, está negando que gran parte de esta actividad consiste en dialogar con el otro, en generar espacios para debatir y opinar.

Es más fácil actuar que dar explicaciones, imponiendo lo que se cree es verdad, sin tolerar ninguna discusión, escudándose en conceptos tecnocráticos irrebatibles o ideologías absolutistas. Para los totalitarios no vale la pena perder el tiempo en disuadir y demostrar.

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