Opinión

La dura tarea de enfrentar el dolor

Por: Procopio 13 de Abril 2019

Si hay algo que motive a los inventores, además de transformar los metales en oro, es el combate al dolor. Total, a la falta de oro, aunque inconveniente, uno puede llegar a acostumbrase, más todavía, hay pruebas incontrarrestables de millones de personas que han vivido felices de la vida sin haber divisado ese metal ni de lejos. Pero al dolor no hay nadie que se habitúe, por más que se diga lo contrario, el dolor duele y con cada experiencia repetida, aún más. Lo que puede haber es estoicismo o resignación, que a la larga suelen agotarse.

A un costo de riesgo biológico imposible de estimar, los hombres han probado toda suerte de artimañas para librarse de ese síntoma intolerable, con los más avispados a cargo. Magos o brujos, o gente con vocación de servicio, probando de todo. Los remedios más antiguos no podían salir más que de la naturaleza, raíces, cortezas, partes de animales, cenizas y tierras de aspecto tentador, frutos, en fin, un festival de ofertas para un individuo con iniciativa e imaginación. Alguien debió haber tropezado con el sauce, la mandrágora, la adormidera y el cáñamo, como para empezar a prescribir preparados obtenidos con esa base, para propósitos analgésicos, y otros muchos se deben haber prestado como voluntarios, ya que con el propósito de detener el dolor se hacen las cosas más extremas.

Hay otros dolores, los del alma, o lo de que cada cual sienta como equivalente, angustia, temores, insatisfacciones, frustraciones, duelos, de muchos tipos y para ellos toda suerte de adormecedores, salvo la fuerza para superarlos, todos los otros medios tienen una cartita debajo de la manga, una mala carta.

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