Opinión

Manifiesto humanista

Por: Diario Concepción 20 de Febrero 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Cuídate de los que se arrastran para ascender, porque suelen ser los que muerden más fuerte y son los más letales. El que vive para postrarse ante los poderosos, para recibir un par de monedas o ser designado en el cargo tan codiciado. Del que gatea y sólo lesiona a los indefensos, para ser tenido como el subordinado favorito del jefe.

Del que delega todo para no hacerse responsable de nada, exhibiendo como suyos los éxitos ajenos y haciendo de otros los fracasos que le corresponde asumir. Cuídate de los hipócritas y mentirosos, pero en especial del que aparece cuando te miras en un espejo. Se puede ser caradura y desvergonzado no sólo con los otros, sino que también con uno mismo.

Cuídate del fanatismo y la obcecación, pero no confundas la tolerancia con la pusilanimidad, la cobardía y la pereza o el miedo al conflicto, aceptando como validables todas la ideologías extremistas, aunque apelen a destruir todo en lo que crees o a exterminar a otros sólo por pensar distinto.

La templanza y la prudencia no pueden conducirnos a ser estúpidos, indolentes o apáticos, de modo de aceptar que todos se desenvuelvan sin freno alguno, dejándonos caer en un abismo de autodestrucción por guardar silencio y limitarnos a ser meros espectadores de la demolición del pasado y el presente por el advenimiento futuro de un supuesto mundo mejor.

Esmérate en dar todas aquellas batallas que sean necesarias por tus convicciones, aunque se tenga que perder una y otra vez. Estas luchas valen la pena. Sin embargo, cuídate de elegirlas bien, para no verte arrastrado por un torbellino de dolor y sangre, transformándote en verdugo, cuando actúas queriendo ser un santo o un héroe. Cuídate de apasionamientos brutales que te hacen un peligroso instrumento, muy útil para algunos, que sólo te tenderán una mano cuando algún provecho puedan sacar de ti y luego te dejarán caer, por la causa, en el abismo de los gloriosos inútiles.

Cuídate de la arrogancia y la vanidad, que nos hacen olvidar nuestra naturaleza humana, y nos convencen de poseer un carácter divino, haciéndonos ciegos frente a nuestros defectos e impidiendo que reconozcamos la virtud en otros. Cuídate de los efectos del abatimiento y asume los errores como experiencias.

El que afirma no haberse equivocado jamás es simplemente un gran embustero o no ha vivido nada. Vela por reaccionar ante las injusticias, pero sin hacer escarnio del que tiene algo que decir y sin tener como víctimas al primero que asegure poseer un mejor derecho, puede tratarse de un espejismo o manipulación, pudiendo hacernos devenir en criminales por nuestra fogosa fe en un delirio político o religioso.

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