Opinión

La debilidad moral

Por: Procopio 20 de Febrero 2019

No siempre las conductas observadas en los hombres y mujeres permiten diagnosticar con la exactitud que subyace en lo que se refiere a los sentimientos, cuanto de su carácter puede revelarse en el comportamiento, ya que, a veces, asunto que mantuvo ocupadísimo a Sigmund Freud, lo que se muestra es justamente la antítesis de lo que se siente, como bravucones en grupo y perfectos alfeñiques en privado, matones en el hogar y ovejas en su trabajo.

La debilidad es una de las condiciones que la mayoría de nosotros trata de ocultar, lo que generalmente se hace por buenas razones. Desde la infancia, mostrar un perfil de poco poder es una clara invitación al inmediato abuso por parte de los otros.

Se puede ser débil de varias maneras, la más inmediata corresponde a la falta de fuerza, que puede ser igualmente consecuencia del agotamiento, en cualquier caso pasajero. Otras formas de debilidad responden a otras causas, de pasajeras a permanentes, como puede ser el resultado de una enfermedad en curso u otra que no hace otra cosa que agravarse.

Sin embargo, hay otra, la más compleja de definir, la más enmascarada, la debilidad moral, que caracteriza el carácter de una persona, débil frente a lo demás y peor aún, débil ante sí mismo, incapaz de superar sus instintos primarios, esclavo de sus propios deseos.

Es el que abusa del débil, un matón con pies de barro, agrede a niños, a mujeres, el más peligros; el maltratador pusilánime. En la medida que sus comportamientos se hacen evidentes, la sociedad empieza a crecer en habilidades para reconocerlos, pésima noticia para ellos, excelente noticia para todos los demás.

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