Opinión

Robert Spaemann

Por: Diario Concepción 15 de Enero 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Hace poco más de un mes, el 10 de diciembre, falleció en Stuttgart a los 91 años de edad el filósofo alemán Robert Spaemann, profesor de filosofía en Heidelberg (en cuya cátedra sucedió a Gadamer), en Stuttgart y finalmente en Múnich Grüss Gott. Visitó Chile en dos oportunidades, y en una de esas visitas, la Pontificia Universidad Católica de Chile le otorgó el grado de Doctor Scientiae et Honoris Causa (1998).

En una de mis clases de magister hace un par de años, el profesor Joaquín García-Huidobro nos comentó a los alumnos que, en una de estas visitas a Chile, el profesor Spaemann se vio enfrentado a la siguiente pregunta de un alumno presente en una de sus conferencias: “profesor, siendo yo una persona que no lee mucho, pero con ganas de hacerlo, ¿qué libro me puede recomendar?” – “El Gorgias, de Platón” (contestó el profesor Spaemann sin titubear).

En El Gorgias de Platón, Sócrates se enfrenta a un duro debate con los sofistas Gorgias, Polo y Calicles; quienes de forma separada, pero armónica, van destilando la intención de este precioso diálogo platónico, en donde se exhibe que la oratoria, el discurso y la retórica pública, son incompatibles con la enseñanza de la moral y el conocimiento de la justicia. ¿Dónde está el conflicto? Para Spaemann, “lo decisivo tiene que haber ocurrido siempre antes de que comience el discurso”, siendo aquí lo “decisivo”, la razón práctica que ve en el otro una personalidad distinta, pero semejante en dignidad y derechos: cuanto más reales sean los unos para los otros, tanto más relevante será el discurso.

Lo anterior cobra especial vigencia en la sociedad moderna, en el Chile moderno, en donde las grandes discusiones, son reemplazadas por jolgorios llenos de violencia, en donde se descalifica e insulta a quien tiene una opinión distinta, sin mediar que estamos frente a una persona que siente, se ofende y sufre como yo. Esta falta de empatía y reciprocidad, nos aísla en el error (aun creyendo que tenemos la razón) de pensar que puedo ser feliz sin reconocer en el otro una realidad distinta, pero tan verdadera como la mía propia. Así, el modo correcto de percibir bien la realidad se encuentra, según Spaemann, “en la benevolencia hacia los demás y hacia uno mismo”.

Si deseamos tomarnos en serio la educación de nuestros niños y adolescentes, es clave enseñar que la buena educación (eudaimonia) y lo ético, tienen su sede en la vida, en un quehacer práctico orientado al conocimiento de la persona humana en su realidad tanto material como espiritual. Toda forma de violencia comienza contra uno mismo. Si educamos “para avanzar de deseo en deseo”, la persona humana nunca podrá acceder una experiencia auténtica de libertad, sino más bien sólo a experiencias subjetivas y momentáneas.

El profesor Robert Spaemann nos deja no sin antes insistir, a través de sus obras, en la necesidad de re pensar lo humano desde una antropología práctica y orientada a la felicidad de la persona. Su vida, su ejemplo, y su testimonio, son un estímulo valioso para las futuras generaciones.

Fernando Peña R.
Seremi Educación Biobío

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