Hasta aquí íbamos bien, hay un notable aumento en el número de chilenos saludables aficionados a consumir agua, elemento considerado como peligroso, dado sus eventuales efectos tóxicos, para un significativo grupo de connacionales, que miran ese líquido elemento con no poca desconfianza, ya que es un hecho comprobado que oxida las cosas, permite el crecimiento de hongos en las paredes húmedas e, incluso, hay gente que se ha ahogado con ella en ríos y lagunas.
Las malas noticias provienen de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, del Departamento de Geología de la Universidad de Chile, con el explícito título “El agua que bebemos: resultados fisicoquímicos de algunas aguas envasadas chilenas”, una tesis de dos estudiantes para optar al título de geólogo, que examinó su calidad mediante el análisis de diez conocidas marcas de agua que consumen rutinariamente los chilenos, los resultados indican que en Chile es posible que las aguas embotelladas no sean aguas potables y se venden como si lo fueran, ya que pueden contener hasta cinco veces la concentración de Arsénico, 20 veces la concentración de Manganeso y casi el doble de la concentración de Zinc, permitidas para el agua potable.
Para ser justos, hay que declarar que los resultados indican que la calidad de las aguas analizadas es generalmente buena y cumple con la legislación chilena. Sin embargo, 3 de las 10 muestras analizadas superan las concentraciones permitidas de algunos elementos según la normativa de la Organización Mundial de la Salud.
Algo de razón parecen tener los hidrófobos, aludidos al principio, siguiendo una antigua tradición preventiva; tomar agua envasada puede ser una elegante variación, posiblemente no letal, de la ruleta rusa.
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