Opinión

De clases y enemigos

Por: Diario Concepción 25 de Abril 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magíster Filosofía Moral

En una organización social, la calificación de lo que es bueno o malo depende exclusivamente del ser humano y de la perspectiva que éste asuma para comprender y explicar un hecho o una acción que necesariamente debe provenir de otro. Las rivalidades, supersticiones, rumores y fanatismos están siempre presentes en este proceso. Más allá de la utopía que cada uno pueda tener, la primera necesidad a la que apelamos es la seguridad. No en vano, desde los inicios concebimos nuestras sociedades al amparo de instituciones militares. Es el miedo, que puede ser explotado para luchar contra temores muchas veces imaginarios, alrededor de los cuáles se adoptan políticas y decisiones económicas. Surgen las más complejas explicaciones y salidas incluso ingeniosas para contener a quienes son vistos como amenazas.

Se dice que son los extranjeros, aunque se calla que sólo se refieren a los pobres y de piel oscura; se dice que son los flojos que vienen a quitarle todo a los que trabajan duramente, aunque se calla que carecen de oportunidades, de una educación de la misma calidad que otros y que han sido segregados por los más privilegiados por su origen. Se dice que la gratuidad se extenderá respecto de la formación superior, pero sólo dentro del marco de la educación técnica, ya que los “rotos” no están a la altura de acceder a una educación universitaria, manteniendo así esa estructura de varias instituciones militares y su distinción entre “oficiales y suboficiales”, entre los que mandan y los que tienen que obedecer, porque así es y tiene que ser. Porque hay quienes nacen en una cuna que les permite acceder a ciertas cosas que a los otros les está vedado, porque así funciona y ha funcionado, aunque se maquille, aunque se use un complejo lenguaje para explicar lo que carece de toda explicación.

El que viene desde el privilegio no aceptará fácilmente que le arrebaten lo que según él proviene de su esfuerzo. Pero cuando el resentimiento se acumula y los que se sienten pasados a llevar empiezan a comprender que las cosas pueden ser distintas y la institucionalidad carece de los medios para liberar la presión, se puede llegar a enfrentamientos en los que importa bien poco quien fue el que empezó. Los perdedores se sienten despreciados y los vencedores se creen amenazados. Así es el rencor, el origen de las más feroces antipatías, en las que si yo creo tener un enemigo y si el supuesto enemigo lo sabe, entonces se produce la enemistad. Hay quienes necesitan vivir de este odio, ya que sus frustraciones parecen provenir de sus oponentes. Ellos son la causa de todos sus males y el remedio es descargar su cólera en ellos.

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