Opinión

Una isla no tan lejana

Por: Procopio 22 de Marzo 2018

Mal entendido como un libro para niños, “Los viajes de Gulliver” del irlandés Jonathan Swift es, por el contrario, una muy adulta y feroz sátira a la sociedad británica del siglo XVIII. En ella, se relatan los fantásticos viajes del aventurero por destinos tan exóticos como las islas Liliputh (tierra de hombrecillos de 15 cm de altura) o Brobdingnag (de gigantes). Menos conocido es el capítulo sobre la isla de Luggnagg, donde conoce a los struldbrugs, ciudadanos con el don de la vida eterna, que más parece una condena, pues la inmortalidad sólo se alcanza en la vejez y el deterioro. Al respecto, relata Gulliver:

“Cuando llegaban a los 80, edad considerada en el país como el término de la vida, no sólo tenían todas las extravagancias y flaquezas de los otros viejos, sino muchas más, nacidas de la perspectiva horrible de no morir nunca. No sólo eran tercos, enojadizos, avaros, ásperos vanidosos y charlatanes, sino incapaces de amistad y acabados para todo natural afecto, que nunca iba más allá de sus nietos”.

“No guardan memoria sino de aquello que aprendieron y observaron en su juventud. Tan pronto como han cumplido los 80 se les considera legalmente muertos; sus haciendas pasan a los herederos, dejándoles sólo una pequeña porción para su subsistencia y los pobres son mantenidos a cargo del común. Pasado este término quedan incapacitados para todo empleo de confianza o de utilidad; no pueden comprar tierras ni hacer contratos”.

“Como el idioma del país está en continua mudanza, los struldbrugs de una época no entienden a los de otra, ni tampoco pueden, pasados los doscientos años, mantener una conversación que exceda de unas cuantas palabras corrientes con sus vecinos los mortales, y así, padecen la desventaja de vivir como extranjeros en su país”.

Por suerte, la muerte en vida de los struldbrugs solo existe en la fantasiosa imaginación de Jonathan Swift. Cualquier semejanza con la Inglaterra del siglo XVIII, o con nuestro propia realidad país, no sería más que una penosa coincidencia.

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