Opinión

De muerte y políticos

Por: Diario Concepción 07 de Febrero 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magíster Filosofía Moral

Ahora, hay que matarlos. Ante el revés que hemos demostrado como sociedad para evitar que los delitos más abominables sean consumados, ante el fracaso que hemos demostrado para integrar y darle una oportunidad efectiva a todos, hemos decidido barrer con el problema y alzarnos con la solución que parece ser la mejor y más fácil ante el ocaso de la convivencia: exterminar el inconveniente.

El día de mañana, haremos a un lado todo lo que sea un estorbo o consideremos diferente. Así, expulsaremos a los migrantes, internaremos a los homosexuales y a los que consideremos como locos, aumentaremos hasta hartarnos todas las penas privativas de libertad. Nos aprovecharemos del dolor de la familia del asesinado en una trágica e inexplicable circunstancia, alzando discursos que se construyen a partir de la eliminación.

Legislaremos y se adoptarán políticas públicas a partir de la excepcionalidad y nos valdremos de los estereotipos para generalizar, para ahogarnos en el más profundo de los océanos de la odiosidad y el resentimiento. Seguiremos apoyando como nuestras demandas que un puñado de políticos sustenten, valiéndose de este dolor ajeno para ganarse un titular o minutos de pantalla, explotando esas lágrimas, haciendo promesas que nunca podrán cumplir.

Por eso dicen que hay que matar. Aun cuando se dicen los más enconados defensores de la vida. Proponen con sangre resolver los problemas de sangre. Responder del mismo modo que el delincuente, cometiendo un delito para expiar otro.

Ellos no serán los llamados a consumarlo, obviamente serán sus palabras, su odio hacia el ser humano el que obligará que otros traduzcan en acciones. Serán esos funcionarios públicos los llamados a apuntar y disparar, a accionar los aparatos de muerte para que ellos sólo observen con sus sonrisas torcidas. Derramando la sangre de otros esperarán los aplausos de la turba iracunda que cuál reality verán tranquilizados sus reclamos. Verán rodar cabezas y vociferarán extasiados… hasta que les toque a ellos o a un cercano marchar hacia el cadalso.

No importa si existen compromisos internacionales que impiden volver a imponer la pena de muerte. No importa si después se prueba la inocencia del ajusticiado. Esa es cuestión de opulentos o románticos liberales. Tampoco es cuestión de curas, que van todos los domingos a misa y se golpean el pecho con una mano, mientras con la otra agitan el látigo fanático de la discriminación y el desprecio.

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