Opinión

Enterrar, o no, el hacha de la guerra

Por: Procopio 27 de Enero 2018

Que haya tribus, cada una con su territorio, cada cual con sus  costumbres y sus gustos, con sus propias aficiones y prácticas, posiblemente con creencias diferentes, es una garantía segura de conflictos y peloteras varias, frecuentes y abundantes.

Las tribus de indios norteamericanos, por ejemplo, muchas irreconciliables y de extrema belicosidad, ocupaban gran parte de su tiempo entrenado a sus jóvenes guerreros, con prácticas en terreno, intercambiando flechas con jóvenes de otras tribus, con iguales propósitos.

Sin embargo,  ante la presencia de una amenaza mayor, o porque había llegado la hora de cazar, o cultivar o lo que sea para tener la despensa provista, se declaraba una tregua, con el ceremonial correspondiente, para enterrar la tomahawk, el hacha de la guerra.

Lo interesante de este adminículo es que era ambivalente, ya que un extremo tenía los atributos propios del hacha y el otro un cazoleta para fumar, un uso alternativo para transformarse en la pipa de la paz. Se ha descrito que algunas tribus podían formar confederaciones transitorias, enterrando o desenterrando este artefacto para terminar una disputa o para iniciarla.

En el escenario actual las tribus están en la transición de enterrar o sacar el hacha de la guerra, fumar o no la pipa de la paz. Se tendrá que discutir cuál de las dos posturas es la más conveniente para el país, que por lo general preferiría la paz de los acuerdos, que suele ser lo menos conveniente para las tribus, que parecen sentirse mucho mejor con todos sus guerreros en pie de guerra, actividad convocante y heroica que afirma a los jefes y les permite adornarse con muchas más plumas, comprarse un caballo más bonito y ganar prestigio,  a pesar del riesgo de dejar la despensa vacía

 

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