Puede ser que el mundo haya sido más fácil cuando había menos de donde elegir, por ejemplo cazar algo o quedarse sin almuerzo. Ahora hay demasiado de todo, con variaciones sutiles para los no iniciados, basta con mirar el complejo escenario del shampoo, en los viejos tiempos, había o no, ahora, elegir entre el interminable universo de posibilidades, con uno de estos preparados para cada cosa en particular, es una tarea titánica.
Circunstancias parecidas vivimos con aspiradoras, cocinas, refrigeradores, celulares etc, presentando una mareadora multiplicidad de opciones, ante las cuales quedamos paralizados, sólo evaluar sus características diferenciales, estimar la relación calidad-precio, es una tarea ímproba, digna de Hércules, que habría, estoy seguro, preferido sus mitológicas tareas que aunque duras, por lo menos se entendía sus implicancias.
Hay sin embargo otra riqueza más elocuente, la del mundo de la información incesante y masiva, sin pausa, pero con prisa, a veces, de desconocida veracidad, emanando torrencialmente, como ríos desde todas las direcciones, tanta cosa junta que no se sabe con cual quedarse.
Hubo una publicación que ilustraba esta situación, las reacciones frente a situaciones complejas y otras más manejables, con dos escenas; una mostraba la cara retorcida y angustiada de Einstein frente a una pizarra llena de confusas fórmulas matemáticas, la otra, la cara de un escolar menor quien, con una sonrisa que no le cabía en la cara, mostraba orgulloso la exitosa suma de dos más dos: cuatro.
No hay garantías, eso sí, que disminuyendo las opciones sea más fácil, si las opciones contienen mucho detalle Hubo muchos candidatos, ahora hay solo dos, pero aun así la pizarra se parece a la de Herr Albert.
PROCOPIO