Opinión

Ocultar las malas noticias

Por: Procopio 15 de Noviembre 2017

Ocultar las malas noticias, o crear universos oníricos para felicidad de gobernantes poderosos, ha sido una tarea que  han desempeñado con fervor seres palaciegos con espléndidos resultados, especialmente para los que, genuflexos, pintan para quienes les manda una realidad gloriosa.

Grigori Potemkin, en este aspecto, merece una mención especial, sus méritos militares lo llevaron a una posición especial en la corte de Catalina la Grande, otros méritos añadidos, a juicio de la emperatriz, le facilitaron su nombramiento como Serena Alteza, Príncipe de Táurica. En 1784 obtuvo el rango de mariscal de campo, construyó la flota imperial rusa del mar Negro y algunos puertos y pueblos.

Tuvo la iniciativa, inédita, de invitar a un paseo a su majestad, para que observara el progreso de Rusia bajo su sabio y visionario reinado, una oportunidad para recibir el saludo y homenaje del pueblo agradecido. En varias grandes y lujosas barcas, provistas de todo lo necesario para una emperatriz que no se caracterizaba por su templanza, adornadas y con orquestas para el adecuado fondo musical empezaron a navegar por el Volga.

Encuentran el primer pueblo nuevo, hermosas construcciones, limpios y ordenados, los pobladores de aspecto próspero y muy bien vestidos, hombres mujeres y niños sacuden ramos de flores y lanzan loas a su emperatriz. Así, lo mismo cada cierto número de kilómetros. Nunca supo Catalina que se trataba del mismo pueblo desmontable  y actores que se trasladaban de recodo en recodo.

El método sigue vigente, en diversas formas, logran prosperar veces los campeones mundiales en el maquillaje de la realidad para el que manda, el que convencido, no percibe a veces que le han tapado los ojos.

 

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