Opinión

Espacios para la superstición

Por: Procopio 28 de Julio 2017

No importa cuán civilizado y racional se considere el hombre contemporáneo, especialmente aquel con altos índices de escolaridad, supuestamente  libre de creer en cuentos chinos, igual tiene un generoso margen para asuntos de difícil explicación racional. Así, a pesar de haber cultivado un educado escepticismo, no se puede abstraer de pensamientos mágicos, o supersticiones, puede ser burlón, pero igualmente inquieto, por pasadas debajo de la escalera o quebradura de espejos.

Por razones parecidas, no escapa al  embrujo que ejercen los grandes símbolos, o pequeños, pero poderosos por asociación. Hay objetos cuya sola presencia moviliza a miles de personas solo para observarlos, debido a la carga histórica que puedan tener, o sus simbolismos. Es entonces explicable que un coreano, T.K. Lee, propietario de una cadena alimentaria, haya presentado la oferta más alta -1,89 millones de euros- por  un sombrero de dos picos que perteneció a Napoleón Bonaparte.  “Napoleón fue un pionero, un visionario, por eso queremos exponer este sombrero en nuestra empresa”, dijo Lee a los periodistas en la misma sala de subastas.

No es el propósito discutir las razones del Sr. Lee, sino la fuerza o el significado de una prenda utilizada por Bonaparte, suficiente para inspirar a hombre ajeno a la cultura occidental, salvo la admiración a un personaje de la historia de inconmensurable y controvertida unidad de propósito.

Tirar monedas a la Fontana di Trevi, dejar  brillante el pie del patagón en Punta Arenas, esperar cambios en la manera de hacer política, miles de ejemplos de la credulidad irracional que nos queda desde cuando éramos recientemente bípedos, al poco tiempo de haber bajado de los árboles.

 

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