Opinión

Thomas Paine

Por: Diario Concepción 28 de Junio 2017
Fotografía: Diario Concepción

Por: Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Thomas Paine  nació en Inglaterra en 1737. Fue un filósofo que participó en la emancipación norteamericana y que incluso fue parte de la convención nacional francesa después de la revolución de 1789 ¡sin saber francés! Admirado por su compromiso, pero a su vez aborrecido por sus ideas radicales que iban contra las posturas monárquicas, conservadoras, esclavistas y religiosas de absolutamente todos los credos. Creía en un solo Dios y le bastaba su mente para invocarlo sin necesidad de intermediarios que habían sido un instrumento para aterrorizar y esclavizar a los seres humanos, contribuyendo a que unos pocos ejercieran el poder y se enriquecieran a costa de la necesidad que tienen las masas de creer en algo que les permita buscar el consuelo en el más allá, ya que no tienen acceso al serenamiento en esta vida.

Impresionó a Bertrand Russell y Christopher Hitchens, entre muchos otros, quienes lo alzaron como un referente ineludible de la lucha consecuente por los derechos humanos, por su la profundidad y pasión que se desprende de su obra, tomando en consideración que tuvo una educación muy precaria. Se trasladó a Norteamérica, lugar en la que abrazaría y promovería la idea de la independencia de dicha colonia. Escribió “Sentido Común” que sirvió de inspiración a miles, allanando el camino para la declaración de independencia de los Estados Unidos en 1776. En 1791, de vuelta en Inglaterra, escribió “Los derechos del hombre”, que vendió cientos de miles de copias y le costó tener que exiliarse en Francia, por extremista. En dicho país se ganó el odio de los jacobinos, por moderado y, por supuesto, lo encarcelaron durante el período denominado “El Terror”. En prisión, escribió “La edad de la razón”, en la que defendió la espiritualidad natural, la que fue publicada al verse a salvo de la guillotina, que cayó sobre la cabeza de su gran enemigo Robespierre.

Para Paine, los deberes del hombre son hacer la justicia, amar la caridad y esforzarse en hacer feliz al prójimo y no condenaba a los que pensaban distinto, ya que “tienen el mismo derecho a sus creencias como yo a las mías”. Como no cobró derechos de autor para facilitar la propagación de su obra, enferma y olvidada, en condiciones miserables, murió en 1809, en Estados Unidos. Defendió la democracia política y social, la redistribución de la tierra y la riqueza, el estado de bienestar, el sistema público de pensiones y los impuestos progresivos. Al morir, la prensa sostuvo: “Vivió mucho, hizo algunas cosas buenas y muchas malas”. Sólo el tiempo lo reivindicó. Lástima que hoy sea considerado un ingenuo y sujeto de estudio meramente académico.

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