Constanza Fernández Danceanu
Abogada y analista internacional Directora de Administración Pública USS
Luego del uso de armas químicas en Siria y del subsecuente bombardeo a bases militares del gobierno de al-Assad por parte de Estados Unidos, pareciera que vivimos en el mundo de las amenazas.
Putin señaló que otro ataque de EE.UU. tendría consecuencias “extremadamente graves”. Tillerson, el secretario de Estado de Trump, por su parte, indicó que Rusia tenía que escoger entre aliarse con Occidente o con el régimen sirio, Irán y Hezbollah. Lo que no deja de sorprender es que entre todos estos dimes y diretes nadie está pensando en lo que debería ser el centro de atención: proteger a la población siria.
Las cifras de Naciones Unidas indican que hay 13 millones y medio de personas que necesitan ayuda humanitaria en Siria. Cabe destacar que el país tiene 17 millones de habitantes, es decir, el 80% ha sido afectado directamente por la guerra. Los que han escapado buscando obtener el estatus de refugiado han llegado principalmente a los países vecinos. Así, Turquía ha recibido a casi tres millones, El Líbano a dos millones, y Jordania a más de un millón.
Estados Unidos y Rusia no deberían tener autoridad moral para intervenir, considerando que ellos solo han recibido a 16.000 y 9.000 respectivamente. Pero hoy los ojos del mundo no están puestos en Siria, sino que en estas dos potencias que –al parecer– sueñan con revivir los tiempos de la guerra fría.
Si sus intenciones fueran realmente resguardar a los ciudadanos sirios, amparando a civiles inocentes, las cifras anteriores serían muy diferentes y las intervenciones se harían de otro modo.
El principio de la Responsabilidad de Proteger permite a la comunidad internacional intervenir cuando un Estado comete crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, limpieza étnica o genocidio contra su propia población, con el objetivo de prevenir estos crímenes y proteger a los ciudadanos. La intervención a través de este principio debe ser autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Lamentablemente existen dos problemas graves. El primero es que Rusia y Estados Unidos están entre los 5 miembros permanentes con derecho a veto, es decir, si uno de ellos se opone a una resolución, esta no se adopta, aunque los demás miembros estén de acuerdo. Rusia (y China) han impedido intervenciones en Siria en un sinnúmero de ocasiones desde que se inició la guerra en 2011.
Lo segundo es el cuestionamiento al principio, y a la falta de coacción del derecho internacional en general. La Responsabilidad de Proteger fue invocada respecto a Libia con resultados cuestionables. Y el actuar un Estado en contra del derecho internacional no tiene castigos reales.
Desgraciadamente hoy la anarquía internacional se siente más que nunca y, como suele suceder, los Estados buscan sus propios intereses por sobre los de las personas.