Andrés Cruz Carrasco
Abogado/magíster Filosofía Moral
Laëtitia Perrais era hija de un padre alcohólico que tras golpear y violar a la madre de sus hijos, fue encarcelado.
Su madre perdió la razón y fue internada en un hospital psiquiátrico, pasando la custodia de Laëtitia y de su hermana gemela, Jessica, a su abuela y después a su padre, cuando cumplió su condena. Finalmente fueron entregadas a un hogar en las afueras del lugar donde normalmente se desenvolvía su grupo familiar.
Luego, ambas niñas fueron introducidas en un programa que les permitía ser acogidas al cuidado de una familia sustituta, que recibió a ambas hermanas.
El padre sustituto sería condenado por abusar sexualmente de Jessica.
A los 18 años, Laëtitia se cruzó con Tony Meilhon, casi 15 años mayor que ella. También hijo de una familia disfuncional fue entregado en custodia de los servicios sociales por su madre a temprana edad, formándose en el seno de instituciones de niños que, más que centros de resguardo, asemejaban prisiones o campos de concentración.
Había sido condenado al menos en 11 oportunidades por diversos delitos, incluyendo una penetración anal a un compañero de celda con un palo de escoba, al considerarlo merecedor del escarnio por tratarse de un delincuente sexual. Fue también condenado por amenazar a un juez y al recuperar su libertad, pese a su prontuario y a habérsele concedido la libertad condicional en más de una ocasión, los sistemas, por desidia o sobrecarga de trabajo, no le hicieron el seguimiento que correspondía.
Al poco tiempo, este reincidente contumaz, había dejado el domicilio registrado para su control y tampoco iba a las reuniones con su delegado. Tras cometer varios ilícitos, y en auto que había robado y usado por varios días, secuestró a Laëtitia y la mató, estrangulándola, no sin antes haberla golpeado brutalmente y apuñalado varias veces. Procedió a destazar el cuerpo e introducir sus extremidades y cabeza en un recipiente. Su torso lo adhirió a un bloque de concreto. luego lanzó todo en dos lagunas diferentes. Por el estado en que fue encontrado el cuerpo no se pudo probar una violación.
Laëtitia nunca existió para nadie y sólo conoció la violencia por ser mujer, fue asesinada por ser mujer, siempre por hombres y un aparato público que la vieron como una cosa, un número. Paradójicamente sólo comenzó a existir una vez muerta. Los medios sociales y la burocracia estatal sólo reaccionaron con estupor cuando estaba sin vida. Tony asumió a cabalidad su papel de estereotipo de desadaptado social.