Editorial

La postergada formación ciudadana

Superada la etapa de la opinión conducida, restablecida la libertad de pensar distinto y contender las ideas mediante el uso de la razón, bajo el imperio de la democracia, la falta de educación cívica queda crudamente expuesta.

Por: Editorial Diario Concepción 14 de Diciembre 2018
Fotografía: Contexto | La Tercera

La importancia que se asigna a la formación ciudadana tiene matices, desde una justificada demora de varios años, dada la trascendencia de esta forma de educación y las complejidades de su implementación, a una impaciencia declarada porque se trata de aprendizajes postergados que resultan absolutamente necesarios en el menor plazo posible.

Sin embargo, otros asuntos se harta mayor complejidad e impacto, no sólo social, sino económica, han sido resueltos en plazos más acotados, lo que deja expuesta la posibilidad de una deliberada procrastinación, o sencillamente, una falta de interés por el problema que esta área de la educación ha dejado de lado, mostrando los legisladores una marcada hipocresía, ya que la educación cívica, o las formación ciudadana, ha sido aludida reiteradamente como la causa del desinterés de la juventud por la política, o por el funcionamiento de la República.

Para salir al paso de la eventual amnesia de los argumentos tenidos en cuenta para pedir la reposición de esta temática en los planes de estudio de los colegios, debe volverse a plantear que el propósito de la instrucción ciudadana es preparar a los niños y jóvenes para aprender no sólo cómo se forma el gobierno o las leyes del territorio en el que viven, sino que, además, es central para trabajar, aprender, debatir valores, conocer las característica propias de aquellos que comparten la comunidad en la que se habita, entre otros elementos que concurren para hacer propia la Patria en que vivimos y estimular el trabajo conjunto y colaborativo para su desarrollo, para tener una responsabilidad mayor y un compromiso más sentido con la sociedad, con más espacio para la convivencia pacífica y constructiva.

No es posible pensar en un país que aspire a insertarse con propiedad en el primer mundo, en el cual sus ciudadanos desconozcan sus propias realidades, ignorantes de lo que ocurre en el mundo globalizado. La educación para la civilización, para el vivir en sociedad, demanda una formación temprana, continua e idónea, para tener personas con valores propios, con respeto a los demás, capaces de razonar por sí mismas, informadas para tomar las decisiones que cada fase de la historia requiere obligadamente.

Superada la etapa de la opinión conducida, restablecida la libertad de pensar distinto y contender las ideas mediante el uso de la razón, bajo el imperio de la democracia, la falta de educación cívica queda crudamente expuesta, la falta de competencias para participar adecuadamente en la administración pública y el desconocimiento de los organismos del Estado y del ejercicio de sus poderes, así, la educación cívica se ha transformado en pleno siglo 21 en uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, que no ha encontrado su apropiado nicho en la reforma educacional.

El plan de Formación Ciudadana fue anunciado en 2015 para todos los escolares, como parte del programa del gobierno anterior, en la convicción que la asignatura fomentaría la valoración por la democracia y el respeto hacia los derechos humanos en la vida cotidiana. No ha sido así, fue postergado recientemente por otro año, atraso que para algunos no tiene nada de grave, para otros, con mayor conciencia del tiempo que pasa y las necesidad de tener mejores ciudadanos, es una demora que debe cesar, hace mucha falta la educación cívica en Chile, no solo para las próximas elecciones.

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