Editorial

El indispensable cultivo de valores en la educación chilena

Por: Editorial Diario Concepción 20 de Abril 2018
Fotografía: La Tercera

Es evidente que los chilenos han perdido oportunidades de saber en qué país viven, no son las grandes mayorías las que están a cargo del fortalecimiento de la democracia, no por su falta de  intención y deseo de tenerla, dados sus atribuidos beneficios, sino porque falta conocimiento de sus implicancias. Democracia no es solamente tener derecho a voto, no es la libertad de prensa, el derecho a circular libremente por todo el territorio nacional, democracia es por sobre todo aquello, el compromiso de cada ciudadano por hacer una patria mejor a pleno conocimiento, tanto de deberes como de derechos.

Saber cómo funciona la democracia es un requisito indispensable. Hacer preguntas al respecto, al ciudadano común, al joven universitario o a los escolares chilenos, puede tener resultados sorprendentes, ya que no todos están al tanto. Sin embargo, saben lo suficiente como para alejarse de la política, de la cual han aprendido a desconfiar, salvo los menos que ven en ésta una oportunidad de hacer algo efectivo por el bien común y otros que pretenden utilizarla para sus propios fines.

En numerosos ensayos se ha analizado la consecuencia de esta situación y terminado por recomendar el restablecimiento de la Educación Cívica, como el factor que represente un punto de inflexión en este insatisfactorio estado de cosas.

En una muy interesante reflexión sobre el particular, Raúl Leiva, ex coordinador nacional Proyecto Liceos Bicentenario del Ministerio de Educación, propone la vuelta a las bases, con una reingeniería de la educación para mejorar sus resultados, indica que no más  de 40.000 niños terminan 4° Básico y lo hacen sin saber restar y leyendo con dificultad, después de haber asistido a 1.120 clases de Matemáticas y un número igual de clases de  Lenguaje en cuatro años.

Su crítica más dura es, sin embargo, la ausencia, a su parecer, de determinados contenidos “después de revisar toneladas de instructivos, planes curriculares, programas y orientaciones emanados del Mineduc”. En efecto, declara que no ha encontrado conceptos sobre los cuales reposa la integridad de la familia o el funcionamiento armonioso de la sociedad, instrucciones simples y hondas, “respeta a tus padres”, “cumple tus compromisos”, “honra a tu familia” ni “respeta la palabra empeñada”.

De parecida manera echa de menos el estímulo al espíritu emprendedor, que define como un  concepto más amplio que el de espíritu empresarial, ideas que parecen estar en desuso, como la “perseverancia”, “el valor del trabajo”, “el ahorro” y “superar el fracaso”. Una disposición del ánimo para acometer cualquier tarea en la vida, de labrar su propio camino con esfuerzo propio.

Es difícil creer que siempre y en todas partes esta crítica sea justa, hay excepciones notables en no pocos profesores que hacen esfuerzos notables por hacer de sus alumnos mejores ciudadanos, pero no está esta condición en la cultura general, no pertenece a  la escala de valores usual y común, en la cual el respeto, la perseverancia y la responsabilidad parecen propias de gente que se ha quedado en el pasado, una sociedad que tiende a premiar el éxito, no importa porque medios, la proactividad confundida con la prepotencia y el atropello.

La reforma de la educación tiene que contemplar la formación de ciudadanos, la única manera real de construir una sociedad mejor, no basta con educarlos gratis y de cualquier modo.

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