Editorial

Palabras solemnes

Aunque parezca difícil, hay personas que no tienen ningún aprecio a las grandes palabras, se sienten ante ellas como traídos a la pizarra, enfrentados a palabras demasiado solemnes. Hasta cierto punto tienen razón, no es fácil estar a la altura de los conceptos que suelen contener.

Por: Diario Concepción 07 de Septiembre 2016

Aunque parezca difícil, hay personas que no tienen ningún aprecio a las grandes palabras, se sienten ante ellas como traídos a la pizarra, enfrentados a palabras demasiado solemnes. Hasta cierto punto tienen razón, no es fácil estar a la altura de los conceptos que suelen contener.

Hay muchas, de pronto unas están más de moda que otras, por esas cosas de la vida, como suelen comentar los filósofos elementales. Un ejemplo puede ser la honradez, que en esta época parece estar bajo estado de sitio, tratando de relativizarla, buscando excusas a cual más peregrina.

No es de extrañar, ser honrados significa decidir no mentir, ni robar, ni estafar, ni engañar de ninguna manera, a estas alturas quedan pocos títeres con cabeza, si se quiere ser aún más específico, honradez es la rectitud de ánimo y la integridad en las acciones.

William Shakespeare, cuya muerte hace 400 años se conmemora este año, dijo que es más difícil ser un hombre honrado ocho días que un héroe un cuarto de hora. Mucho más realista que Cicerón, fallecido hace más de 2.000 años, que consideraba que la honradez es digna de elogio, aun cuando no reporte utilidad, ni recompensa. Un postulado que, para seres criados en el cinismo, es una auténtica joya de risible ingenuidad.

Sin embargo, la honradez hace falta, sin ella la sociedad vive un insano ambiente de mutua desconfianza, justo lo que no hace falta para crear proyectos comunes, sin los cuales es difícil llegar a parte alguna.

Hay que insistir en educar a los niños en la honradez, a pesar del escepticismo. Shakespeare otra vez: un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.

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