Economía y Negocios

Chile es el segundo país de la Región con peor índice de innovación en empresas

El estudio que se realizó este año en siete países de Latinoamérica- Argentina, Colombia, Perú, Panamá, Chile, Ecuador y Bolivia - con una muestra de más de 16.000 encuestados y 226 empresas - arroja sorprendentes resultados en temas de innovación y crecimiento de más de 18 industrias.

Por: Javier Ochoa 28 de Julio 2020
Fotografía: Pexels

El Estudio de Perfil de Madurez de Innovación en Empresas Latinoamericanas 2020 – Innovation Scorecard – de la consultora TRANSFORME – concluye que las políticas públicas y condiciones “macro” o estructurales para promover e incluso financiar innovación, no garantizan empresas innovadoras.

En la región, y particularmente en Chile, la innovación corporativa exitosa, depende mucho más de la cultura interna e incluso nacional, y de las personas que dirigen las empresas, que de las condiciones del entorno o del ecosistema público/privado. Un aprendizaje importante para el diseño de las políticas públicas de impulso a la innovación.

La paradoja es evidente en el caso chileno, aunque otros países de la región se observa el mismo fenómeno: Chile es el país N°1 en el ranking latinoamericano GII (Global Innovation Index) de la OMPI 2020 (y 51 en el mundo), mientras Panamá es N°9. Pero en el Innovation ScoreCard de Transforme 2020, Panamá es N°1 y Chile es N° 6 de 7 países.

Existe una evidente paradoja en los resultados que es una luz de alerta para los responsables de promover la innovación en los países. La existencia de políticas públicas que promueven la innovación; fondos y subsidios que la financian directamente; incentivos tributarios significativos; agencias de gobierno con roles activos y presupuestos cuantiosos, definitivamente no garantizan que las empresas de los mismos países tengan un perfil de madurez adecuado para innovar.

En el mismo país que por lejos cuenta con la mayor infraestructura “macro” para innovar, Chile, las empresas a nivel “micro” serían mucho más conservadoras que en países con infraestructura casi inexistente. Si bien el Estado tiene un rol fundamental en apoyar la generación de conocimiento, investigación/desarrollo e innovación, su labor no es suficiente: es necesario que las empresas privadas, motor de la economía, incorporen la innovación en sus estrategias e inviertan tiempo y dinero en el desarrollo de capacidades que incentiven la innovación, básicamente, que transformen su cultura interna.

El socio fundador de Transforme, Guillermo Beuchat, comenta que “del trabajo con más de 100 clientes en Latinoamérica en los últimos años, nuestra conclusión es que hay que potenciar y apoyar la transformación cultural a nivel de líderes y colaboradores de las empresas, generando un ambiente más propicio para asumir riesgos y generar innovación con resultados”.

Además, asegura que si bien existe un ambiente de confianza y respeto en relación a las capacidades y destrezas de los colaboradores, existe una fuerte brecha en los incentivos y reconocimiento público a los innovadores, que motiven el desarrollo de nuevas ideas dentro de las empresas. La gente (y la cultura) cambian sólo si se colocan los incentivos correctos. Sino, ¿por qué cambiar? ¿por qué salir de la zona de confort?

Otras conclusiones de interés

Los sectores mejor evaluados en el Innovation ScoreCard 2020 son los de Logística y Transporte, junto a Tecnología. No es extraño esto por el desarrollo exponencial que han tenido este tipo de servicios y soluciones en la región en los últimos años, lo que ya se venía concretando mucho antes de la pandemia COVID-19. Por el otro extremo, destacan por su baja calificación los sectores de Salud y Telecomunicaciones. Según Beuchat, “estas son industrias tradicionalmente “protegidas”, altamente reguladas o concesionarias, cuyos modelos de negocio son difíciles de cambiar y además, han tenido una rentabilidad tradicionalmente alta en la región, acompañada de poca competencia y una presión competitiva para innovar muy baja, como muestra el estudio.

Un resultado adicional, que corrobora el “estancamiento” que se observa en la innovación empresarial en la región, es que el Coeficiente de Innovación (CI) que mide el Innovation ScoreCard en mayor en empresas pequeñas y medianas: nada extraño, si se considera que las Pymes suelen ser mucho más ágiles y responsivas a la hora de innovar. Pero esto deja en evidencia aún más la rigidez y conservadurismo de las grandes empresas de la región, acostumbradas a hacer sus negocios con poca competencia y en condiciones muy protegidas por legislaciones obsoletas o sistemas de incentivo mal puestos.

Finalmente, respecto al primer estudio de Perfil de Madurez en Innovación realizado en 2019, ha mejorado significativamente el clima interno para innovar y la disponibilidad de talentos en las empresas, reconociendo que aún queda mucho por hacer en materia de estrategia, gobernanza y procesos para innovar. Instalar capacidades para innovar en las empresas es hoy un imperativo cuya manifestación más obvia es la necesidad urgente de transformar la cultura

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