Johana Otárola, hermana del ex central de Huachipato, contó cómo revivió su drama con el accidente de Cristóbal Campos, pero también relata cómo llevan su nueva vida familiar.
El accidente del portero Cristóbal Campos inmediatamente hizo recordar el de Pablo Otárola, por entonces zaguero de Temuco. El 2015 sufrió un accidente automovilístico que le significó fractura de fémur, cadera y un primer diagnóstico que le daba casi nulas opciones de vida. “Hoy sigue con 3 kinesiólogos al día y para nosotros es como si naciera otra persona. Así se ha armado de nuevo esta familia y ya nos acotumbramos”, relata su hermana Johana.
Mucha gente pregunta por el oriundo de Cerro Zaror, formado en Huachipato, y ella cuenta que “los avances no han sido tantos en el último tiempo, pero ya entendemos bien cuando algo le gusta o le molesta. Está más expresivo, más conectado con lo que lo rodea. Se ríe mucho con mi hijo, lo escucha y se vuelve loco. Se alegra cuando vienen de la Iglesia, le encanta que lo vayan a ver”.
De su vida diaria, detalla que “Pablo ve comedias, novelas y es un niño, pero no quiere mirar fútbol. Lo noto porque baja la mirada, no abre mucho los ojitos y mejor le cambio la tele. Puede sonar extraño, pero conocimos a Pablo de una forma y nos fuimos adaptando a este nuevo Pablo, aprendimos a conocerlo otra vez”.
Y no ha sido fácil porque recuerda que “mis papás ahora están bien, pero mi mamá estuvo complicada por un cáncer, mi papá con un accidente cerebrovascular. Ahora sí ya están mejor y, por suerte, Pablo ha pasado bien los inviernos, solo resfríos comunes. La última vez que estuvo más grave fue hace como 4 años, cuando a mí me dio Covid y hubo que verle una neumonía. Un año antes lo operaron de un pulmón, pero en el último tiempo o ha tenido grandes problemas”.
Cuando vieron por televisión el accidente de Campos les llegó fuerte. Fue como si el tiempo volviera a 2015. “Fue como revivir todo lo que nos pasó con Pablo, de inmediato piensas en la familia de ellos, en que ojalá no sea tan grave. Recuerdo cuando a nosotros nos dieron mínimas posibilidades de que viviera y acá estamos. Ya han pasado casi diez años y es increíble cómo se ha dado todo”, expresó.
Lo que más los levanta es verlo reír. Algo tan simple, pero que en esta casa siempre es un milagro. “Le gusta mucho el Bombo Fica”, cuenta orgullosa. Sí, del cuidado que le han dado como familia y de los profesionales. “También hemos estado siempre en contacto con Gamadiel García y el Sifup nos sigue ayudando con sus pañales. Eso no se ha perdido”.
Campos, por su parte, sufrió la amputación de un pie y, aunque no volverá al fútbol ni es hoy lo más importante, su club San Antonio, le ofreció un contrato vitalicio. “No va a quedar solo jamás”, fueron las palabras de Guillermo Lee, presidente de la institución.
Sobre esta medida, Johana indicó que “me parece súper bonito lo que hicieron y demuestra gran preocupación de parte de su equipo. Es un hermoso gesto”. No sucedió igual cuando pasó lo de su hermano, aunque para su familia ya es página volteada. “Pasaron unos meses y fue liberado por su club (Temuco). Nunca más supimos de ellos, pero ya pasó harto tiempo. Ya rearmamos nuestra vida”.