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Paz Ruiz y el amor por el vóleibol que nunca para

Juega desde los 6 años y, cómo no, si es hija del reconocido técnico Eduardo Ruiz y toda su familia ha estado ligada a los remaches. Está cursando su tercera carrera y pasó por distintas casas de estudio, pero una cosa no cambia nunca: cuando la pelota está en juego, siempre dice presente.

Por: Paulo Inostroza 30 de Septiembre 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Juega en cuatro equipos distintos, trabaja en una pizzería y estudia para sacar su segunda carrera. Paz Ruiz se las arregla para hacer de todo y bien, porque así entiende que deben ser las cosas. Tiene 29 años y es una de las principales figuras del vóleibol de la Universidad Santo Tomás, donde cursa segundo año de Administración de Empresas, con mención en Recursos Humanos. La agenda siempre está llena, con el vóleibol ocupando un espacio fundamental.

La destacada deportista cuenta que “esta es mi tercera carrera. En la UdeC estudié dos años y medio de Odontología, después me fui a Inacap, donde estaba becada. En la UdeC no jugué por la selección porque no me daban beca, solo jugué por mi facultad. En Inacap el equipo no era muy bueno, yo era la única con más experiencia y estudiaba Hotelería. Fue una buena experiencia. Un día estaba trabajando, cuando el director de la Santo Tomás me propuso volver a estudiar y así llegué acá, me entusiasmé”.

Mide 1,60 metros. “Muy chica para ser seleccionada, aunque alguna vez lo intenté”. De su actualidad advierte que “el nivel en la Santo Tomás no es tan alto, pero sí tenemos mucho apoyo de la universidad. En Inacap había becados buenos, pero todos de fútbol. En Santo Tomás, el año pasado fuimos cuartas del Adesup, que es bastante bueno. Tenemos jugadoras con años de experiencia y otras sin tantos fundamentos. A mí me toca enseñarles, yo juego desde los 6 años. Siempre he tenido ese rol de enseñar. Cuando tenía 14 y jugaba en el club de la UdeC, hubo un quiebre donde yo era del año ‘90 y terminé jugando con puras niñas del ‘93. De alguna forma, crecieron a mi alero porque, además, mi papá me decía ‘con ella trabaja esto’, ‘con esta otra chica potencia esto’. Mi papá está ahora en el Colegio Creación y también le ayudo con las niñas”.

Desde la cuna

Su amor por el vóleibol no es casualidad, en su caso es prácticamente cuestión de lógica. Destino. “Mi papá está en vóleibol desde que estaba como en Tercero Medio y en la universidad empezó a entrenar. Conoció a mi mamá siendo su entrenador, él es 8 años mayor. La pareja actual de mi papá es Mónica Micolich, que también es entrenadora y siempre fue amiga de la familia. Mis hermanas mayores también jugaban y eran armadoras. Nunca estuvimos todas en un mismo equipo, solo entrenamientos. Con mi hermana del medio sí jugamos mucho, incluso en el elenco de la universidad. Hasta jugábamos fútbol”.

¿Qué le apasiona de este deporte? Paz lo tiene clarísimo y expresa que “del vóleibol me gusta que sea colectivo, por los valores que te enseña. Es enriquecedor en cuanto a tolerancia, fraternidad, respeto. Dependes de todas las energías que deben trabajar por un mismo objetivo. No es fácil entender eso. Hay gente con el ego más alto, otros más depresivos… De todo. Además, este es un deporte más técnico y táctico, donde no hay roce. Se nota inmediatamente una jugadora que tiene base y una que no. Se combina ese trabajo personal con el confiar en los compañeros. En la vida es igual y el vóleibol me ha servido para lo que uno hace afuera. Tienes que entender las distintas personalidades, ayudarse y sacar las cosas adelante. Yo también tengo días malos y ando gruñona.

De sus primeros años en la disciplina rescató que “mi primer Nacional fue en Linares, cuando yo era Sub 12, porque antes era por categorías. Eso se fue perdiendo, igual que la competencia local, donde antes había 15 clubes y la asociación funcionaba súper bien. Se jugaba todos los fines de semana. La asociación en ‘Conce’ no existe y lo que existe es la Liname, que creó mi papá con otros entrenadores, hace 15 años, y después de encargó la federación. Lo otro que queda es la competencia universitaria. Concepción siempre ha sido fuerte en el vóleibol, en Juegos de La Araucanía igual se ve. Mi papá salió muchas veces campeón ahí, yo los jugué una vez”.

Compite por la Universidad Santo Tomás, por el club San Pedro y agrega que “también por el Wessex, pero por la asociación de Chillán, donde salimos campeonas de la Serie A. Ahí hay amigas, ex jugadoras de mi papá y niñas de proyección. Lo paso muy bien con ese grupo”.

Le cuesta recordar sus títulos. Es como si fueran secundarios. Está más orgullosa de los recorridos, que de cuantas veces cruzó la meta. “Mis medallas las tengo en una caja y de repente las veo, como cada tres años, para acordarme. Gané hartas cosas, pero no me gusta mucho andar colgando medallas en la pared y mostrarlas a todos. Actualmente, no sé si sueño lograr muchas cosas en el deporte, así como de tener una ambición cuando entro a la cancha. No pienso en algo duro, algo material. Nunca ha sido así. Solo pasa que me gusta jugar vóleibol, lo disfruto y cuando juego quiero ganar y disfrutar, ojalá todos los años que se pueda”, apuntó entusiasmada.

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